Si Alfonso Guerra se inventó aquello de “el que se mueve no sale en la foto”, Pablo Iglesias ha conseguido darle un giro más, convirtiendo al que se mueve en difunto político. Carolina Bescansa o Íñigo Errejón son dos de los ejemplos más evidentes de la mano de hierro que impone el macho alfa podemita a todo aquel que se atreve a toserle. Esa es la furia que empieza a sentir Teresa Rodríguez, la lideresa andaluza de los morados que acostumbra a ir por libre y que más de una vez le ha sacado los colores a la parejita del casoplón de Galapagar. Ha pasado el tiempo, e Iglesias ya ha articulado su venganza. Sus afines están ya recogiendo firmas en contra de Rodríguez acusándola de estar organizando una asamblea política a su medida, de no convocar el congreso en los plazos debidos y de que en noviembre tendría que haberse votado una nueva ejecutiva regional. Vamos, que Iglesias es de esos que siempre cumple los plazos...