Ese noble arte de la política

En estos últimos días del año se inicia un cambio político en Andalucía. Irrumpe la Derecha, y lo presenta como hito histórico, una gran algarabía, ya que nunca consiguió gobernar esta autonomía. Y de nuevo se observa el ejercicio de engañar a la población. Mientras Vox afirma que le han ofrecido consejerías a cambio de los apoyos para el gobierno, los otros (PP y Ciudadanos) lo niegan, en esa práctica tan cotidiana que resulta chocante. Cierto es que nuestra democracia es joven y quizá el paso de los años consiga que poco a poco la ciudadanía votante sepa observar y distinguir el grano de la paja. Pero esta estampa es muy habitual. La repetiremos en el mes de mayo, sobre todo, con las elecciones municipales, donde el candidato/a es cercano y por lo tanto, será más fácil distinguir quién miente y quién no. Pero esto no evitará tampoco a los gurús, que abundan en los Concellos, anunciando lo que harán, o lo que no hicieron porque no le dejaron, evitando responder a cuestiones espinosas de las que ellos mismos se avergüenzan. Seguirán ignorando al votante, al que ningunean, porque lo consideran bobo de subvención. 

¿Por qué estos personajes, tras las elecciones, acatando la Constitución, prometen al electorado que cumplirán con ellos, y luego roban sin remordimiento, se arrogan privilegios, elevados salarios, y generan deudas que pagaran quienes los han elegido? ¿Y porque después de todo esto, siguen en la misma línea, negando lo evidente, acusando al oponente de sus desastres? Pues esto pasa porque subestiman a quien les vota. Ni les interesan ni les tienen en cuenta. Consideran a los demás por debajo de lo que realmente son. Y esto precisamente es lo que debe observar el votante. Porque los que reniegan de la política son los mejores adeptos para estos tipos que acceden a la política porque su ego es tan grande que se creen por encima de los demás. Sin embargo, no se debe olvidar que la política siembre tiene consecuencias sobre los demás. Está en todas partes y es causa y consecuencia de todos los cambios sociales y económicos del mundo. Afecta a todos, lo quieran o no. 

Ya en tiempos de los griegos, la política hacía alusión a la gestión de las ciudades estado y por ende al noble arte de ejercer su administración como servicio a sus habitantes. Entendían la política como la actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del estado en beneficio de la sociedad. Han sido los padres de la democracia. Esto ha ido cambiando a lo largo de los años. Y en este siglo XXI, en Europa y en España, surgen movimientos que más bien recuerdan a tiempos totalitarios que a otras formas democráticas. Pero la gente les vota. Y lo hace por el hartazgo que le producen o le han generado esos políticos apoltronados que no supieron reconocer su nula valía o falta de empatía con la sociedad en la que viven. 

Por lo tanto, si se sigue considerando que el ejercicio de la política sólo se lleva a cabo cada cuatro años, no debe extrañar que se tenga en cuenta a la población unos meses antes de emitir el voto. De ahí que surja una sociedad rebotada, que se instala en el desinterés y alejada de lo que dicen y hacen sus políticos, aun cuando lo que digan y hagan se acerque a las mejores intenciones. Cuando esto pasa, esos dirigentes encuentran el espacio necesario para seguir avanzando sobre la libertad y la propiedad de los individuos a los que gobiernan. Pero esta situación, además de peligrosa, no es culpa de políticos cuentistas, sino de los ciudadanos que no ejercen su función, pues esta desidia les afectará, ya que decidirán por ellos. La política no debe limitarse al espacio de interés de los partidos políticos, sino que deber ser un instrumento para que el ciudadano común de la calle entienda lo importante que resulta su participación para construir una ciudadanía más educada, crítica y vigilante de lo que hacen sus representantes que ocupan un cargo político. Solo nos queda el consuelo que la política vuelva a ser ese noble arte.

Ese noble arte de la política

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