No cabía otra opción. Cálculos al margen, celebrar las elecciones en una fecha o en otra con un intervalo de un mes no deja de ser irrelevante. Como también lo es el cansancio de los ciudadanos ante tanto proceso electoral. Es cierto que no hay interferencias entre las elecciones en Galicia y País Vasco, pero prolongar campañas, aunque localizadas en espacios geográficos equidistantes, no mitiga la sensación de fatiga. En el escenario actual que este 25 de septiembre Galicia acuda a las urnas debe movilizar y de qué manera a los partidos, pero sobre todo a la oposición. No tanto al partido del gobierno que ya lo está. La política no solo es activarse en momentos puntuales. Es una acción permanente. Pero cuando los liderazgos no existen o se cuestionan internamente el paisanaje es desolador. La falta de estabilidad acaba ahogando todo proyecto de existir en su caso alguno. Y esto ha pasado y está pasando en los partidos de oposición al PP, pero sobre todo, oposición personal a Feijoo. Todo da la sensación de haberse convertido en una cuita personal hacia el candidato a la reelección.
Tiene de nuevo la mayoría a su alcance, difícil pero no imposible. El gallego votará con la cabeza. También con el corazón, amén de que no pocas veces se vota con las vísceras contra alguien que personalizando todos los males de un país la gente acude solícita y presta al descabello. Pero eso no sucederá esta vez.
El Bloque sigue en caída libre, sin saber dónde puede llegar el desastre electoral. Cita tras cita ha perdido miles de votos. Es esta su última oportunidad. Ya no se trata de liderazgos, cambiantes e inconsistentes, se trata de proyecto y conexión con la realidad. Las Mareas se han enzarzado en una lucha cainita y de autoidentificación al margen de la marca atrapalotodo que es Podemos y que no termina de situar a sus socios gallegos en la política nacional. Tienen que saber hacia dónde van y con qué y qué proyectos, porque no hay nada en este momento. Y la gestión de las tres principales alcaldías que detentan, y digo en sentido positivo la expresión detentar, es francamente negativa. Y esa es la percepción que empapa en la opinión, la decepción.
Los socialistas vivirán con recelo esta cita en las urnas. Leiceaga acaba de llegar pese a ser un histórico, y las purgas internas, tan intestinas como egoístas a ambos lados y posicionamientos personalistas del sur y del noroeste acaban dividiendo y desilusionando. Falta articular un discurso que enganche. Y no lo lograrán en tan corto espacio de tiempo sin un cambio radical.
Y Ciudadanos es una decepción. Incongruente e inconsecuente. Sin ser capaces de estructurar en Galicia una opción de centro derecha clara, con discurso coherente, con propuestas sensatas y con una idea de lo que en verdad quieren. La escasa empatía de su líder hacia Galicia y su negativa a ciertas inversiones y planeamientos es una losa.
No lo tiene mal el PP, no será fácil, pero es poner en valor lo hecho, la estabilidad, la seguridad y continuidad de ciertas políticas y flexibilidad para incorporar otras nuevas. Su mayor y casi único activo es el presidente, y lo saben todos. De ahí su compromiso con Galicia y su apuesta hasta 2020. Lo acaba de dejar claro, antes que una deriva demagógica no descarta una coalición bipartita con sentido de Estado y responsabilidad, pero no para ser jefe de la oposición. Los gallegos tendrán en cuenta todo esto, también lo hecho. Cercanía, credibilidad, coherencia y convicción. Mirando a los ojos de todos y cada uno de los gallegos.