Hablar del tiempo me parece hoy el mejor tema de conversación posible. El más interesante. Ya se que también es el más recurrente, el de los ascensores o el del vecino de enfrente. Pero en este momento el más refrescante. Y no solo porque esté lloviendo. Tras la criogénesis política que hemos soportado meses y meses y años y años, las gentes necesitamos un respiro, un ratillo de no tener que hablar de Rita Barberá o de la crisis del PSOE, que solo mentarlo ya nos agota. Hablen del tiempo, por favor, que es mucho más sensato, más ameno y más gratificante. Y tiene lo suyo, incluso, de polémica.
Porque verán, que llueva en España es una bendición del cielo, una maravilla y no solo en Sevilla y para el campo, ¿o es que los urbanitas no beben agua y no se duchan?, pero en cuanto empiezan a caer unas gotas salen por las teles lo que antes se llamaba “el hombre del tiempo” y ahora son mayormente mujeres poniendo caras compungidas cuando se les llena el mapa de nubes. Uno comprende que la lluvia moja, hace charcos, barros y monta atascos. Pero algunas ventajas tiene. Si fuéramos ingleses, uno entendería que tras dos meses de chaparrón continuo y tres de niebla ya estuvieran un poco hartitos de calarse. Pero nosotros, que si se comiera el sol, y no crean, del sol comemos y bien lo sabe el turismo, seríamos tras los del Sáhara los más orondos, no es cosa de ponerse a echar pestes porque llueve sino de dar gracias a las borrascas, a los cúmulo nimbos y a los dioses si hay que dárselas para que no falte el agua.
Además que hablar del tiempo resulta entretenido y de ello, como de fútbol, y aunque no sepamos nada, sabemos todos o por un abuelo algo nos suena. Y aunque ahora hay que reconocer que las previsiones las aciertan pero que mucho, pero suelen tender a exagerar sobre todo cuando auguran una ventisca y parece que va a llegar la glaciación y retornar los mamut, o al contrario, que ya estamos como en el trópico de calorina, pues aunque, y otra vez como en el fútbol, de isobaras no entendamos nada, podemos por nuestra cuenta proponer alineación o pronosticar que no caerá una gota hasta las siete. Está también lo de meterse en honduras y irse a lo del cambio climático. Pero esto no es tan aconsejable porque en un descuido estamos hablando de política y de lo que va a liar Trump. O sea, que mejor se quedan en lo del tiempo clásico, de toda la vida. Y por si no ha quedado lo suficientemente claro yo lo que quiero es que siga lloviendo. Pero que bastante, vamos.