Hace un tiempo escribía un comentario titulado “Forzar la máquina”. La idea que quería transmitir es que el camino hacia la igualdad de sexos lleva la velocidad de una tortuga y que es necesario pisar el acelerador para conseguir avances que nuestras nietas puedan ver y disfrutar. Esto es lo que parece ha hecho la técnico aeroespacial Claudia Kessler al lanzar un casting para seleccionar a la primera astronauta alemana. La iniciativa se denomina “La astronauta”. El objetivo es elegir a una mujer que será formada y volará al espacio a partir de 2020 para participar en una misión en la Estación Aeroespacial Internacional.
Se presentaron más de 400 candidatas. El proceso de selección está muy avanzado, las seleccionadas son seis de las que se elegirá a dos para la última fase. Sólo una de ellas viajará en la nave. No estamos hablando de astronautas, se trata de formar astronautas comerciales ante la perspectiva de que viajar al espacio se convierta en un negocio turístico. La iniciativa de Claudia Kessler es loable: romper las barreras que impiden a las mujeres alcanzar los mismos objetivos que los hombres. Pero me llama la atención que para formar a estas jóvenes tenga que recurrir a una campaña de crowdfunding para recaudar 50.000 euros de aquí al 13 de abril y financiar los gastos de la formación. Seguro que lo consigue y lo supera.
Muchas son las empresas que estarán deseando poner dinero. Me pregunto, sin embargo, si el Gobierno Federal no se habrá dado cuenta de que después de formar y enviar a once astronautas varones al espacio ya va siendo hora de que permita y promueva la incorporación de las mujeres al espacio.
Lo cierto es que Yuri Gagarin hasta nuestros días son más de 500 los astronautas que han salido del planeta. Sólo 18 mujeres. ¿Sorprendida? No, en absoluto. Si no mandamos en tierra menos lo haremos fuera de ella. En la NASA se argumentó no hace mucho que las mujeres estaban menos capacitadas para la vida en el espacio, decían que “el umbral de exposición a la radiación espacial es menor en la mujer que en el hombre”. No seré yo quien ponga en duda tal afirmación, pero no sé por qué intuyo que también hay otros motivos. Los mismos que, por ejemplo, impidieron a las mujeres dedicarse a las ciencias durante tanto tiempo, los mismos por los cuales las premio Nobel siguen siendo tan excepcionales. Me parece triste que Kessler tenga que hacer crowfounding para juntar 50.000 euros y formar a dos mujeres astronautas. A este paso el espacio será otro territorio vedado a las mujeres.