Las encuestas son protagonistas estos días, pero, como dicen los responsables de los partidos a los que los sondeos les asustan, “la única encuesta que vale es la del día de las elecciones”. En eso, Pedro Sánchez es maestro, más por necesidad que por voluntad. Yo sigo pensando que va a haber alguna sorpresa y que una parte importante del electorado decidirá el voto en los últimos días, por no decir diez minutos antes de votar. También habrá que esperar este año al millón y medio de votos por correo, el doble que en la última contienda. Tal como van a estar los resultados, esos votos pueden cambiar muchos escaños y decidir algunas alianzas.
A día de hoy, sigue valiendo lo mismo que hace unos meses: la única solución de futuro sería un gobierno de PP, PSOE y Ciudadanos con un compromiso claro y concreto de reformas a emprender, un plazo de dos años para aplicarlas y la convocatoria de nuevas elecciones. Un gobierno de Podemos, con el PSOE de compañero de viaje, sería malo para el país y terrible para el PSOE. Las elecciones se van a celebrar apenas unas horas después de que sepamos si Gran Bretaña abandona la Unión Europea. Si triunfa el Brexit, habría un terremoto sobre Europa y sobre España y las consecuencias económicas serían muy graves. Si dentro de unos meses, además, se produce una victoria de Trump en Estados Unidos frente a Clinton, entraríamos en una crisis sin precedentes.
Por eso estas elecciones son muy importantes. El problema es que Podemos -a presar de sus errores en los ayuntamientos o de manifestaciones antidemocráticas y totalitarias como las de Monedero sobre la Justicia y la Guardia Civil- está sumando los votos de todos los que han sufrido la crisis y rechazan el sistema que les excluye de la recuperación y los dos grandes partidos están anclados en su pasado y no son capaces de encontrar una salida a la crisis. El PSOE anda hundido en sus propios errores, en su indefinición y en su carencia de programa, y el PP no es capaz de asumir una renovación imprescindible de nombres y de ideas. Ciudadanos parece haber llegado a su techo.
Pero hay muchos más problemas que PP y PSOE tienen que resolver si no quieren sufrir una derrota peor. En Cataluña, parece que van a ganar los amigos de Podemos. Lo mismo sucede en el la Comunidad Valenciana, en el País Vasco y hasta en Navarra, donde muchos de los que votaban Bildu votan hoy Podemos. En Galicia, el tradicional feudo del PP, las distancias se acortan y hasta en Andalucía puede haber sorpresas. Perder en todas estas autonomías hace que ni PP ni PSOE puedan pensar en formar un Gobierno con una mayoría suficiente. O cambian sus políticas, sus programas, sus estrategias y sus líderes o tienen menos futuro que un bocata a la puerta de un Colegio. Podemos se ha comido a Izquierda Unida, está llevando al huerto al PSOE, con Zapatero como aliado, y el PP le ha convertido en su principal rival y ha alejado a Ciudadanos de un posible acuerdo. No sé quién les hace la campaña, pero muy listos no parecen.