El líder que no da llegado

Suele ser habitual que la prensa extranjera de prestigio guarde cierta distancia del Gobierno a la hora de examinar el encaje de Cataluña en España. Pero no para abanderar la independencia de Cataluña, sino para mostrarse respetuosa con los secesionistas y a la vez integradora con las autoridades de Madrid. Su hilo conductor no está lejos de proponer a los nacionalistas catalanes que dejen en suspenso la independencia para darle margen al Gobierno de Madrid a prepararse para un mayor autogobierno en Cataluña, un proceso que exige un verdadero liderazgo. Es una tesis a la que también se abonaron en el pasado algunos medios de Barcelona y Madrid pero que hoy sigue dando paso a posiciones más radicalizadas, lejos de contribuir a la centralidad capaz de hacer posible el encaje –transitorio o definitivo– de Cataluña en España. Nada muy distinto, por otra parte, de las posiciones que asumen los partidos políticos, hasta el extremo que hoy por hoy solo el PSC y Barcelona en Comú explicitan un discurso pactista, cada uno a su manera.
No es menos habitual que buena parte de la sociedad española apele a la Transición como ejemplo de un gran pacto político, lo que el profesor Antón Costas llama un contrato social entre fuerzas anteriormente antagónicas, capaz de convertirse en el pegamento que permite reconciliar economía de mercado, progreso social y democracia.
¿Se repite la historia? Tal vez no exactamente, pero sí con muchas similitudes, donde la principal diferencia no está en los problemas (crisis, desigualdad, secesionismo, populismo...) sino en el factor humano, en ausencia del líder que no da llegado.
Por ahí siguen los partidos socialdemócratas, socialistas y comunistas que aceptaron que la economía de mercado era un instrumento válido de creación de riqueza, del mismo modo que las fuerzas conservadoras y liberales admitieron la creación de un estado social. Y por ahí andan los partidos nacionalistas e independentistas que acataron la Constitución concebida para un Estado cuasi federal, al tiempo que los partidos españolistas asumieron el Estado de las Autonomías. Si echamos la vista atrás veremos que ninguno de ellos levantó la mano para ceder en sus posiciones. Alguien se lo pidió y alguien los supo conducir a cambio de ir construyendo consensos básicos.
España no sería lo que es –un país moderno, a pesar de todos los pesares– si no fuese por el trabajo político de Adolfo Suárez y de Enrique Fuentes Quintana. Ninguno de los dos duró mucho pero ambos pasaron a la historia política y económica de España. Ahora que el líder no da llegado, el país sigue asomado a la incertidumbre.

El líder que no da llegado

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