Los miembros de la “manada” han quedado en libertad tras previo pago de fianza, mientras se resuelve su recurso de apelación ante la sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Navarra. No se hizo público el recurso, pero nadie duda de que su base fundamental es el voto particular del magistrado que postulaba la libre absolución.
La decisión de libertad no era esperada, pues aunque habían agotado el tiempo máximo de dos años de prisión preventiva, podía acordarse una prórroga de otros dos, en función de diversos parámetros entre los que se encuentra la gravedad del delito, el riesgo de fuga o la reiteración delictiva. Dos de los magistrados entienden que la alarma social por sí misma no es suficiente para acordar una prórroga. Sin embargo, el presidente del tribunal opina lo contrario teniendo en cuenta las características y gravedad de los hechos por los que han sido condenados, y ponderando las circunstancias del caso y las personales de dichos procesados.
Muchas han sido las manifestaciones públicas en contra de esta decisión, que no comparte tampoco la pena impuesta. Sin embargo, más allá del trasfondo jurídico de todo ello, que para eso están los abogados de todas las partes, incluido el ministerio público que actúa en defensa de la legalidad, lo que no llega a entenderse son las empatías que este grupo de mandriles tiene en el entorno social de su propio barrio sevillano.
No cabe duda de que la familia defiende a los suyos, ya sea por afecto o por obligación. Pero, con independencia de la culpabilidad o inocencia, resulta incomprensible el apoyo de vecinos, gente corriente de origen humilde que ha puesto su granito de arena, aportando de su bolsillo para que estas pobres criaturas salgan a la calle. De ahí que esta “panda”, por decirlo de un modo fino, lejos de arrepentirse y avergonzarse de un comportamiento animal primario, aun lo celebren.
Tipos que salen de fiesta pensando en la tía que se van a tirar en grupo, o si se lleva o no la burundanga, y en ese contexto, aprovechando que uno de se ha ligado a una “tía buena”, de paso se la tiran todos. Es posible que la tía (como dicen) estuviera borracha. Son sanfermines y bebe todo dios. Ah!, pero como entonces, ella mostró una actitud pasiva, la conclusión de cinco tipos ¿es que se los quiso “tirar” en un portal?. Eso es, ¡porque lo pasaba genial!. Tanto que acabo en shock, llorando y vomitando.
Hay partes de la sociedad, partes demasiado extensas que piensan que una mujer por ir borracha o de fiesta da pie a que cualquiera le levante la falda o le baje el pantalón. Con pensamientos tan simples y tan ajenos a la condición de iguales poco podemos avanzar. ¿En qué sociedad estamos y cómo reproducimos lo que de ella aprendemos? ¿Qué mensaje reciben algunos hombres respecto de las mujeres?
Resulta muy preocupante saber que estamos educando violadores que son libres de hacerlo porque no hay impedimento frente a ello. Y no es tan grave saber el proceso que pasa una mujer tras una violación, pues se normaliza y cualquier señal es válida para atisbar un consentimiento. De ahí que los violadores no sólo se sientan inocentes, sino víctimas de una mujer que les ha “engañado” al no negarse, ni oponerse claramente. Como declararon, ella entro sola en el portal, nadie le pegó ni le amenazó. Ella se dejó hacer, por lo tanto estaba consintiendo. Si no hubiera bebido ese día desde las seis de la tarde, ni hubiera ido con uno de los chicos, sin duda nada de esto pasaría. Ellos, como dicen, solo querían follar en grupo, como es su habitual proceder. De ahí que el magistrado disidente considerara que todo lo ocurrido fue “sexo no convencional”. Llamémosle orgía, para los que menos saben de esto.
Los casos de violaciones grupales se están reproduciendo, y una parte importante de la población está de acuerdo con que la mujer que usa ropa provocativa, va de fiesta, bebe alcohol y anda a deshora no puede quejarse de ser violada.