Los lectores veteranos seguro que recuerdan que en una madrugada de agosto de 1963 un grupo de 15 ladrones asaltaron el tren correo Glasgow-Londres y en 15 minutos se hicieron con un botín de 2,6 millones de libras de la época.
Uno de los cerebros de aquel “robo del siglo” fue Ronni Biggs, personaje mediático por su rocambolesca vida en Brasil donde se instaló después de fugarse de la cárcel hasta que, viejo y enfermo, regresó a Inglaterra en donde murió en diciembre de 2013 a los 84 años. Según un chascarrillo que circuló después de su muerte Biggs se fue al cielo y al verlo, San Pedro exclamó: “¡Pero si es el famoso Ronni Biggs! ¿Cómo están las cosas por la tierra?”, y el bandolero inglés respondió de forma tan lacónica como expresiva: “¡Seños, hay mucha competencia allá abajo”.
Es probable que Biggs estuviera pensando en España donde es verdad que le salieron muchos competidores, mucho más burdos que él en la forma de pillar, pero autores también de robos sonados. Uno de ellos es Mario Conde que vuelve a las portadas de los medios de comunicación que ahora no ensalzan su figura sino que relatan el final de la escapada del aventurismo financiero, de la ambición desmedida y de la falta de escrúpulos de este personaje soberbio y amoral, hijo de aquella España de los 80, “el país europeo dónde era más fácil hacerse rico”, en palabras del ministro Solchaga.
Pero Biggs pensaba en otros competidores, como políticos, empresarios y sindicalistas poderosos y sin escrúpulos, personajes “hechos a sí mismos” en el negocio de la corrupción que les reportó un generoso botín. Ahí está la mordida de los Pujol, nada menos que el 3 por cien de la obra pública de Cataluña y demás cobros por concesiones durante más de veinte años, el fraude multimillonario de los ERE de Andalucía o los cursos de formación de la misma Andalucía y el resto de España, incluida Galicia.
Sumen los casos Malaya, Gürtel, Púnica, Palau, el inmenso fraude fiscal y otros casos menores –sin contar las cifras mareantes del rescate bancario, que son de otra galaxia– y esos sí que son “robos del siglo”. A su lado, Mario Conde, que quebró un banco, y Ronni Biggs, que protagonizó el mayor atraco conocido hasta entonces, eran unos aprendices.
La corrupción es el capítulo más tenebroso y perverso de la España actual que puede acabar con el modelo de convivencia. ¿Cómo es posible que la dirigencia no se entere de la ola de indignación que recorre el país?