La Navidad de Helena Maleno... y la nuestra

La Navidad no es igual para todos. Hoy, si no sucede nada milagroso, la activista española Helena Maleno tendrá que comparecer ante el tribunal de apelación de Tánger para responder ante la justicia marroquí de un supuesto delito de tráfico de personas migrantes. Precisamente ella que, desde la ONG “Caminando fronteras” es, posiblemente la persona que más vidas ha salvado en el Estrecho. Prácticamente cada día, el teléfono de Helena suena y muchas, demasiadas veces, es la llamada desesperada de personas que están a la deriva en una barca, en una patera, en una balsa que amenaza con hundirse. Le llaman a ella porque es una de las pocas personas que se preocupan de verdad por esas personas que tratan de huir de la miseria, de la guerra, de la esclavitud para llegar a la tierra de los derechos humanos, a nuestra vieja Europa, tan falta de respuesta ante este grave problema.
Maleno decidió en 2007 irse a Tánger porque allí podría ayudar mejor y se llevó a sus dos hijos con ella. Fue amenazada y agredida, mientras la policía marroquí miraba para otro lado. Incluso la Policía española inició en 2012 una investigación, que no progresó, pero que ha sido aprovechada por Marruecos para tratar de silenciar a alguien molesto, a alguien valiente, a una defensora de los derechos humanos -el Consejo General de la Abogacía la premió hace dos años- que no calla ante las vulneraciones de los derechos de los más débiles. Helena se juega el martes muchas cosas, pero quienes le deben la vida y todos los que se la van a jugar en Estrecho pueden perder casi toda esperanza. Porque si no suena su teléfono, si ella no avisa a las autoridades de salvamento marítimo de Marruecos y de España, cuando recibe una alerta, ¿cuántos cadáveres más almacenará ese enorme cementerio en que hemos convertido a nuestro Mediterráneo?
Helena no ha cometido ningún delito y hay que apoyarla para que en lugar de amenazas reciba el reconocimiento de los ciudadanos y de los Gobiernos. Hay que apoyarla para que no mueran más migrantes en el Mediterráneo, explotados por mafias, pero, sobre todo, olvidados por todos nosotros. Hay que reclamar, hoy más que nunca, que, igual que el Mediterráneo, el desierto no sea la otra gran fosa de migrantes Yo no sé en qué Dios cree Helena Maleno, pero estoy seguro de que cree en el hombre. Lo mismo que el niño que nació en Belén hace más de veinte siglos y que sigue trayendo el mensaje de paz, de amor, de misericordia, de refugio para los más desfavorecidos. Alguien escribió que “vivir es aprender a mirar y mirar es aprender a amar”.
Eso es lo que hace Helena cada día. Y lo que hacen muchas personas en muchos lugares del mundo. Mirar para descubrir al otro, mirar para aprender a amar al otro. Puro Evangelio, pura buena noticia.
Eso es lo que celebramos en estas fechas, aunque en demasiados casos, en lugar de celebrar el nacimiento de Jesús, celebremos el nacimiento del despilfarro. En lugar de mirar hacia el interior de cada uno, miramos hacia las luces que deslumbran. Y en lugar de buscar el silencio, nos dejamos envolver por el ruido. Feliz Navidad a los hombres de buena voluntad. E, incluso, a los demás.

La Navidad de Helena Maleno... y la nuestra

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