CONLLEVAR

Cuando uno lee sobre la historia de España y del mundo, y los hechos y los personajes van pasando ante nosotros, no podemos escapar de tener momentos favoritos, y personajes más queridos y hasta admirados.
Según la edad que uno tenga los personajes más admirados van cambiando. Cuando niño, los grandes héroes son aquellos de las grandes hazañas. Alejandro Magno que con un ejército relativamente pequeño, salido de unas tierras del norte de Grecia, fue capaz de conquistar países enteros con grandes civilizaciones, llegando a lo que hoy es Afganistán o Irán, además de Egipto y Siria. Cristóbal Colón que con total decisión y poquísimos medios atravesó el Océano “tenebroso” y descubrió un nuevo mundo. Los conquistadores que con pocos hombres, pero con voluntad férrea, conquistaron para España tierras y pueblos hasta hacer de ella el mayor imperio del mundo.
Pasan los años y cambian los héroes y algunos de los que en la mocedad eran héroes, el juicio crítico que da el tiempo llega a cambiar el concepto que de aquellos personajes y de sus actos tenemos. El héroe que era el Cid cuando jóvenes, se transforma, según vamos madurando en el mercenario que pone su espada y la de los suyos al servicio del mejor pagador, ya sea cristiano o sarraceno. Y los que en nuestra adolescencia eran traidores, los afrancesados, los vemos después como los más cualificados de los españoles, amantes de la ilustración y del progreso.
Así van cambiando en nuestro intelecto los héroes y sus hazañas.
Pero el concepto que de algunos de esos héroes tenemos, pasan los años y mejoran, como el buen vino de las tierras del Duero mejora en las bodegas de la meseta. Uno de esos personajes más admirados, fue aquel aragonés nacido en Petilla de Aragón. Santiago  Ramón y Cajal, nuestro primer Premio Nobel, que lo fue por sus trabajos en histología. Y ha venido a mi memoria la figura de Don Santiago porque hace unos días leí un artículo de él, escrito en 1934, y que no hablaba de histología precisamente.
Ya por entonces el problema catalán y problema vasco, originado ambos, no por el pueblo sino por unas minorías urbanas que consideraban que el protagonismo de Madrid en la política nacional les llevaba a ellos a ocupar un papel de segundo orden.
Decía Don Santiago, hace ya 80 años “Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos, que ya en mayoría desean separarse de la patria común”. El, que tan preocupado estuvo de la enseñanza en España señalaba que “Casi todos los maestros dan la enseñanza en catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido patronato, empeñando en catalanizar a todo trance una institución costeada por el estado”. Don Santiago hace el diagnóstico y apunta la etiología “La causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1.900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña,  la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibles ideológicas profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales. Termina Don Santiago “No soy adversario en principio de la concesión de privilegios regionales, pero a condición de que no rocen lo más mínimo el sagrado principio de la Unidad Nacional. Sean autónomas las regiones, más sin comprometer la Hacienda del Estado. Sufragase el costo de los servicios cedidos, sin menoscabo de un excedente razonable para los inexcusables gastos de soberanía. Los pueblos sensatos saben sacrificar sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y del provecho común”.
Cuando en las cortes constituyentes de Mayo del 32 se discutía el Estatuto de Cataluña, uno de esos personajes digno de nuestro recuerdo José Ortega y Gasset a aquellos que decían: “Hay que resolver el problema catalán y hay que resolverlo de una vez para siempre, de  raíz”. Les contestaba: “El problema catalán es un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar; es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, solo se puede CONLLEVAR”.
Creo que la forma de pensar de estos dos grandes hombres de la historia reciente de España, merecen por nuestra parte una seria reflexión. Han pasado los años y su pensamiento sobre esto problema político de España, sigue estando en completa actualidad.
josevrioseco@gmail.com

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