el domingo el presidente del Gobierno dijo que “los ciudadanos nos están demandando una España de colaboración y de convivencia, no de crispación”. Fue lo más sensato que se escuchó de su boca últimamente.
Esa “petición ciudadana” nace en el contexto de la sesión de investidura dominada por la bilis y el resentimiento, con discursos apocalípticos de unos, insultos provocadores del nacionalismo independentista y el silencio incomprensible del candidato. Todos chapoteando en el fango y en el rencor, alineados en dos bloques irreconciliables. Un espectáculo nada edificante.
Es el reflejo de la política española que funciona en “modo emocional”. El ex presidente González Laxe señalaba dos características que la definen en “Anatomía de la política española” (La Voz de Galicia, 04.10.2019). Por un lado, la banalización de los mensajes resumidos en una frase o en 280 caracteres cuyo objetivo “no es razonar, sino imponerse al contrario”, y el predominio del “hooliganismo” que defiende posiciones y provoca debates que no permiten llegar a acuerdos, son el prólogo de broncas. “El objetivo no es razonar, sino imponerse al contrario…”. En esas estamos.
Por eso, el presidente captó bien el deseo ciudadano y, finalizado el bloqueo político, la tarea más urgente que tienen el nuevo gobierno y la oposición es recuperar la convivencia que, en palabras del Rey, implica recobrar “la reconciliación y la concordia, el diálogo, el entendimiento y la solidaridad”, ideales que inspiraron la Constitución y fueron el fundamento de nuestra libertad y progreso económico y social. Y no nos fue mal en los últimos años.
De ahí la necesidad de volver a los consensos cívicos y sociales, premisas de partida para hacer frente a problemas pendientes –sistema de pensiones, normativa laboral, financiación autonómica, Cataluña, fiscalidad, educación, el reto energético…– que es necesario abordar entre todos para consolidar el gran objetivo de seguir modernizando España.
Pero esto que acabo de escribir –recuperar los viejos consensos– es un deseo y un “acto de fe” ciudadano en los políticos, que para un amigo de tertulia de cafetería equivale a “creer en los pajaritos preñados”. Y puede que tenga razón al ver las maneras de Gobierno y oposición tan solo dos días después de la toma de posesión del nuevo Ejecutivo.
Démosles una oportunidad a todos. Aunque presiento una legislatura tensa y crispada en la que no habrá acuerdos, los problemas citados seguirán sin resolver, crecerá la inquietud ciudadana y todos perderemos una gran oportunidad de seguir avanzando como sociedad moderna y sosegada. Ojalá me equivoque.