“Aquarius” a docenas

El spot que el Gobierno montó con el “Aquarius” lo vamos a pagar caro. Lo estamos pagando ya todos, y al final, aunque no se lo crean, lo acabaran pagando también ellos, el guionista, los extras, el director y el protagonista de la película. Traernos a Valencia a 600 emigrantes desde Libia, convertirnos en los campeones europeos y hasta mundiales del acogimiento, lanzó un mensaje de tal fuerza hacia África que la respuesta ha sido fulminante, masiva y creciente. Ya no nos hace falta irnos a recogerlos al golfo de Sicilia. Ahora nos vienen por tierra y por mar, llegando a las playas o asaltando las fronteras, y no han hecho sino comenzar. Nos hemos convertido en el puente y la puerta. Es más, lo hemos ofrecido.
La irresponsable prédica tiene como conclusión el que deben de desaparecer los impedimentos de entrada, debe abrirse de par en par la puerta y acoger a todo el que venga. Además darles comida, asistencia medica, educativa y hasta un salario. Y la pregunta que se empiezan a hacer los españoles es: ¿a cuántos? Y ¿quién y cómo lo pagamos? Ya van dos decenas de miles, esperando turno en la costa marroquí hay ya más del doble prestas al viaje y ante las vallas de Ceuta y Melilla tropas organizadas dispuestas a ejercer la violencia para derribarlas y pasar por encima de las Fuerzas de Seguridad. 
Eso es a lo que ha conducido el spot publicitario del “Aquarius”, el efecto de la campaña publicitaria realizada a mayor gloria de la imagen de Sánchez. Porque quienes han recibido el mensaje han sido esos millones de africanos que quieren venir a Europa. Porque son millones, más de 100 y hasta 200 millones la cifra inmensa de la avalancha de todo un continente dispuesto a emprender el éxodo. ¿Pero puede Europa soportarlo?
Para algunos la respuesta es clara. Los europeos, culpables y reos de pecados históricos, no tenemos ni siquiera derecho a preservar nuestros territorios, ya no digamos de nuestro nivel de vida, ni nuestro bienestar y ¡qué tontería! nuestra civilización, nuestros derechos y normas de convivencia. El mismo hecho de la frontera, de impedir la entrada es un acto “fascista”, “xenófobo” y “racista”. Y con el calificativo adosado como sambenito ya queda la discusión zanjada.
Pero no lo está y menos aún va a estarlo. Y el insulto ideológico y la presunción de superioridad moral de quienes los profieren van a chocar con la realidad y el rechazo a la demagogia desatada y a la irresponsabilidad galopante. Ello sin entrar en los agravios de quienes se ven apretados en sus vidas, han trabajado duro, se han ganado sus derechos, nos les han regalado nada ni van a regalárselo. Y esas gentes no son los grandes potentados, los que viven en mansiones alejados de la plebe y que a los emigrantes solo los rozan si son quienes le abren la puerta o les planchan la ropa. Son las gentes del pueblo llano, quienes ponen pie en pared y reaccionan. Entonces los editorialistas de los medios progres les llaman “ultraderechistas” y con ello consideran resuelto intelectualmente el asunto. Pero el problema crece y cada vez es más grave y amenazante. Porque en pateras ya llevamos desembarcados docenas de “Aquarius”. Sánchez quería uno solo para su spot propagandístico pero ahora nos los vamos a tener que “beber” a cientos.  

“Aquarius” a docenas

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