Derechos y responsabilidades

Hay derechos inherentes a nuestra condición y en esa medida inajenables. Derechos que se han de mantener al margen de cualquier fórmula de contrato público o privado. Sin embargo, esos que hoy invocamos en el nombre del manoseado “estado de bienestar” son de naturaleza netamente social y como tal están sujetos al acuerdo entre las partes.

Afirma M. Zambrano que “la calidad de una cultura la marca la naturaleza de sus dioses”, sea así con esas responsabilidades sociales que confundimos con tan elementales derechos. Una vez comprendida la diferencia, juzgo que nos resultaría mucho más sencillo llegar al necesario entendimiento. Nuestros dirigentes, más políticos que gestores, han ido deslizando en nuestras conciencias ese elemental error, invitándonos a formular constantes exigencias que solo caben realizar frente a estados autoritarios, esos en los que la voluntad de unos pocos suplanta a la responsabilidad de todos imponiendo su contrato y con él su particular visión de la convivencia.

Supuesto que no se da en nuestro caso, luego no tiene sentido violentar el acuerdo con la imposición sino que ha de adecuarse éste a criterios de consenso y eficacia, dentro, claro está, de los márgenes a que nos obligan esos que por naturaleza nos corresponden. Sin responsabilidad el estado desaparece y queda solo el “bienestar”, es decir, la caprichosa voluntad de cada uno reclamada sin decoro ni razón en el nombre de tan altos ideales.

 

Derechos y responsabilidades

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