Lo último de la fila

En las casas del pueblo se oye cantar bajito, a los del PP ni se les oye. “No seas soberbio, Pablito, que ese pueblo que te votó no quiere ser pueblo sino pueblito”. Y así es, la franquicia del derecho a decidir le ha otorgado a Podemos lo que le niega su cacareada nueva política. La de no tener que pactar con el nacionalismo sino claudicar de origen y erigirse en defensores de la columna vertebral de su política, la independencia, por el camino de ese derecho, mañana será otro, cualquier cosa antes que defender la idea de un mundo sin fronteras, en el que impere la solidaridad y el respeto entre ciudadanos.
Pero sería injusto culpar a Podemos de esta deriva que nace en la transición, donde se apuesta por un Estado imposible en lo general y desastroso en lo particular. Y en esta batalla tenía y tiene más responsabilidad que ninguno, el PSOE, por ser él quien dice representar la ética de una sociedad más justa y solidaria. Es él quien ha de reflexionar qué hizo con los votos de los barrios obreros del País Vasco y Cataluña. A él, explicar por qué no alzó la voz contra las imposiciones del nacionalismo. Por qué no les llamó insolidarios…
Eran tiempos, lo sé, de pactar con ellos el reparto del poder, sin que importara el reparto. A eso se le llamaba cintura, tolerancia, respeto… Hoy, debemos más de lo que tenemos y no podemos formar gobierno porque a los solidarios se les ocurre serlo primero con los que no los son.

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