PSA, lo que toda la vida de Dios ha sido Citroen, empezó por darse de baja de la camiseta del Celta después de 31 años, continuó borrándose de varias asociaciones empresariales de Vigo y ahora negocia su abandono de la Cámara de Comercio. El repliegue no gusta nada en el imperio del todopoderoso Caballero, don Abel, pero si Le Pen gana las elecciones –Dios y la República no lo quieran– aún podría ser peor, pues no sería descartable el cierre de la fábrica.