Los ojos

Cace tres años acudí con unos amigos al sur de Inglaterra. En concreto a Portsmouth, ciudad naval por excelencia. Allí  visité un gran centro comercial que fue construido aprovechando los restos de un antiguo arsenal que había caído en desuso. Pero hoy no les voy a hablar sobre mi idea de desarrollo de ciudad, sino de una anécdota que los cuatro amigos presenciamos en el interior de un gran ascensor situado en la “Spinnaker Tower”, una gran torre-mirador de 170 metros de altura en el que se puede divisar todo el condado de Hampshire. Allí coincidimos con una joven familia islámica compuesta por esposo, esposa y un crío de unos cuatro años. El padre vestía unos pantalones vaqueros, unas deportivas, jersey de pico y una cazadora de cuero al estilo “The Police”. También llevaba una gorra oficial del Manchester United; este último detalle no se le puede escapar a un futbolero como yo. El niño iba vestido de una forma muy similar al padre. La madre iba totalmente cubierta con una túnica negra que le cubría desde los pies hasta el último pelo de la cocorota. Apenas se le podían ver los ojos a través de una exigua rendija rectangular alargada. Los ojos eran el único rastro de humanidad que se podía adivinar en ella. Y por supuesto, estaba situada detrás del marido. Estamos acostumbrados a ver este tipo de vestimentas a través de la televisión, pero les aseguro que presenciarlo en directo, en un lugar cerrado y a menos de medio metro, provoca unas sensaciones de asco, repulsión, pena y compasión a la vez, difíciles de explicar. Hace un par de años, un buen amigo mío viajó a Tierra Santa de luna de miel. Estuvo en Jesusalén y Belén. Pero lo que más le llamó la atención fue una escena que presenció en una playa cercana a Tel Aviv. Soportando más de 35 grados de temperatura se dio un chapuzón en el Mar Mediterráneo; junto a él estaban un grupo de musulmanes varones en bañador occidental (es decir, en bañador). En la arena, sus tres esposas achicharradas y  totalmente cubiertas con velos y túnicas negras, apenas se les podían ver sus seis ojos. Concluyo; para la izquierda feminista portar chador o burka es un ejercicio de respeto a otras culturas, mientras que mostrar las mandorlas ante un obispo es un ejercicio de libertad de expresión. Tócate el níspero Jalisco!!!

 

Los ojos

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