¡Qué tiempos aquellos, oiga!

Hubo un tiempo, al que algunos bautizaron como la larga noche de piedra, donde la democracia orgánica había decidido que lo de la separación no solo era pecado, sino que rompía con todo, dejaba víctimas inocentes y, además, no era  lo que la sociedad solicitaba.
Se decía incluso que no se podía separar en la tierra lo que desde arriba habían unido. No hará falta, sería una descortesía por mi parte y un insulto a la inteligencia del lector, añadir que estamos hablando del divorcio y que, por cierto, ahora desde Roma han retomado el asunto sin agitar las llamas del averno…
Eran los tiempos en que la mujer no podía vender nada sin permiso del marido-jefe-patrón, ni viajar sin permiso de su dueño y señor al que, los que mandaban, ¿recuerdan?, les pedían que si no eran castos fueran cautos, y se aceptaba con todo el morro, la querida, las juergas y era conocido el dicho de “la pata quebrada y en casa”, era común el repudio público a la mujer que era culpable cuando era siempre la víctima. 
A lo mejor de ahí viene tanto machismo indecente, tanta violencia de género y tantos dramas padecidos durante demasiado tiempo por decisión de los que nos “dirigían”.
Llegó la democracia, las urnas y los partidos políticos anunciando su mercancía. Se reguló el divorcio, se le concedió a la mujer el derecho a decidir en pie de igualdad y se minimizaron los daños a los hijos . 
Naturalmente no todo fue de color de rosa, pero no todo era negro, tenebroso e hipócrita.
Por cierto (y hago un aparte que respaldan las estadísticas) los del no fueron los que más se aprovecharon de aquel asunto que, anda ya, se podía arreglar vía “pasta” pasando por Rota…(por el tribunal, se entiende).
Después de eso llegaron otros avances conseguidos en la calle y refrendando después por las urnas.
Yo creo que el país es ahora mejor y, dentro de lo posible, más justo y, sobre todo, las mujeres y hombres pasamos de estar tutelados, ser súbditos, a ciudadanos.
Esta reflexión, que ahora comparto con ustedes, se suscitó ayer en medio de una discusión sobre las próximas votaciones en Cataluña. Vendrá un tiempo, pueden estar seguros, que la sociedad, pueda decidir mediante referéndum muchas de las cosas que ahora nos niegan.
Y es que los tiempos de la historia a que nos referíamos al principio está, felizmente, periclitados…

¡Qué tiempos aquellos, oiga!

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