con frecuencia, cuando se habla de la Galicia vaciada (vamos, el rural de toda la vida) se suele hablar de la carencia de servicios fundamentales para sus habitantes. Se piensa en cosas como internet, servicios médicos, escuelas... Hay cientos de cosas que resulta muy fácil hacer en una ciudad y prácticamente imposible en una pequeña aldea. Pero de lo que pocos se dan cuenta es de que, por no tener, los habitantes de esas zonas despobladas no tienen ni taxis. Mientras en las urbes se monta una gorda por la llegada de servicios como Uber o Cabify, en el rural de Ourense, por ejemplo, cada año nueve profesionales del transporte público renuncian a su licencia. Incluso en la localidad de Ramirás es muy posible que los tres chóferes que quedan lo dejen con la llegada del nuevo año. En su defensa alegan que no se puede vivir con quince euros a la semana. La verdad es que su futuro parece muy negro.