as imágenes del independentismo radical en Cataluña estremecen y siembran preocupación -también en esta Galicia estable- por la deriva y repercusiones que pueden tomar los acontecimientos.
Sin entrar en detalles conocidos de todos, “la revolución de la sonrisa” exhibió las formas más violentas e impactantes de la guerrilla urbana que, además de las calles, destrozó la imagen de Cataluña y España y dejó decenas de heridos, la mayoría policías que sufrieron acosos brutales. Todo con la complacencia del “activista” Torra que siempre azuzó a los radicales. “Es fantástico ver al pueblo movilizado”, dijo cuándo se unió a una marcha que cortaba una vía de comunicación en Gerona.
Cataluña vive desde hace años en tal anormalidad democrática que Torra es ¡el único gobernante del mundo! que convoca a desobedecer las leyes. Él y su gobierno desafían al Estado, incumplen las leyes, rompen la convivencia y el orden político, económico y social, persiguen la lengua española, la tercera más hablada, permiten adoctrinar en el odio a España, a los españoles y a los no independentistas…
Una locura que denunciaron muchos ciudadanos desamparados y desolados que se consideran abandonados por el Gobierno ante un nacionalismo que “viola nuestros derechos y libertades desde hace cuarenta años”, decía una señora en una TV.
Ahora está fuera de control. No solo no acatan la sentencia -“la democracia está por encima de la ley”, sino que, envalentonados, dicen que “lo volveremos a hacer”. Este es el eslogan que sustituye a “España nos roba” desde que saben que los ladrones eran la Convergencia del 3 por cien y el honorable Pujol que, increíblemente, ni pasó por la prisión preventiva, ni fue juzgado. Todo indica que Artur Mas se echó al monte cuando Convergencia ya no podía cobrar la mordida con impunidad.
El problema catalán “se arregla con más diálogo”, decía Sánchez cuando estaba en la oposición y culpaba a Rajoy de “crear independentistas”. Por eso sorprende que ahora no llame a Torra para conminarle “dialogando” a que, como representante del Estado, cumpla y haga cumplir la ley.
Pero el presidente, parapetado en la “moderación y proporcionalidad”, parece que gobierna “en modo electoral” y gestiona la revuelta catalana pensando en el coste político de restablecer el orden en Cataluña.
Esas deben ser las directrices de su asesor áulico y ya se sabe que los asesores políticos piensan más en el electómetro que en los intereses de España.