Una de las grandes preocupaciones del Ministerio de Sanidad desde la llegada de Pedro Sánchez al gobierno ha sido la de combatir de forma activa las pseudoterapias. La propia ministra, María Luisa Carcedo, reconocía que durante mucho tiempo las administraciones han pecado de inacción y que era momento de empezar a tomar medidas. Una de estas fue la de incluir ya 73 técnicas en una lista que señalaba aquellas terapias que no contaban con ningún aval científico para sacarlas del sistema sanitario, como el masaje tibetano, la sofronización o la pranoterapia. Y comenzó a mirar con lupa otro medio centenar que podría incorporarse en breve a este catálogo.
El discurso desde el ministerio sigue la línea que durante mucho tiempo la comunidad científica no se cansaba de señalar: que estas pseudoterapias, lejos de ser inocuas, costaban vidas.
Porque los pacientes abandonaban los tratamientos convencionales muchas veces, atraídos por los cantos de sirena de estas supuestas terapias que ofrecen curaciones milagrosas. Y también porque es posible que puedan llegar a interactuar restando eficacia a los medicamentos que realmente curan o aumentar su toxicidad, ya que muchas veces se toman estas pseudoterapias de una forma medio clandestina sin avisar a los facultativos para que puedan valorar estas posibles interacciones.
Todas estas medidas están haciendo que desde el bando de las pseudoterapias empiecen a movilizarse en lo que consideran una injustificada caza de brujas. Hablan del derecho de los pacientes a decidir sus tratamientos y de la necesidad de que sean informados de todas las alternativas, justificando que existen estudios que avalan sus tratamientos.
Pero luego a la hora de la verdad, estas pruebas nunca se presentan y si lo hacen es con diseños de experimentos muy poco fiables.
Señalan también que España es el único país europeo en contra de las pseudoterapias, pero se olvidan de mencionar como recientemente las academias de medicina y farmacia francesas han solicitado que la homeopatía salga del sistema de Salud. Ya el colmo es que piden que se haga un referéndum, como en Suiza, para que la población decida si quiere que estas pseudoterapias estén dentro del sistema sanitario. Una vez más yerran en el fondo de la cuestión. No es algo opinable, deben ser los hechos los que hablen y dejar de plantear debates donde no existen.