Nos quedamos sin Nobel

el Premio Nobel de Medicina de 2017 ya tiene dueños. Los investigadores estadounidenses Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Yong, por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano (aquellos que controlan entre otras cosas el sueño) han sido los premiados. Pero, aunque estos han sido los ganadores, lo cierto es que en las quinielas de mucha gente había otro nombre: CRISPR. Y detrás, un investigador español, el alicantino Francis Mojica. 
Desde que en 1959 Severo Ochoa ganaba este prestigioso galardón, ningún otro candidato de España había estado tan cerca. 
Aunque al final no ha podido ser, todos los expertos no dudan en señalar que no es más que cuestión de tiempo que nuestro país sume un tercer nombre en la prestigiosa lista de galardonados, junto al del ya nombrado Severo Ochoa y al de Santiago Ramón y Cajal. 
La importancia del CRISPR está fuera de toda duda. Ha supuesto una revolución absoluta en el campo de la edición genética, y las aplicaciones que ya se le están buscando no tienen fin. En palabras del propio Mújica, no ha habido ningún avance científico en ciencias de la vida y de la salud con tantas consecuencias como este.
Cabe entonces preguntarse: si tan importante es ¿qué ha pasado para no haber sido premiado? Una de las posibles razones es la juventud del descubrimiento. 
El primer estudio significativo que describía el CRISPR se publicaba en 2005. Desde entonces “solo” han pasado 12 años. Puede parecer una eternidad, pero mirando otros ganadores vemos que no hay prisa todavía. 
Por ejemplo, Barbara McClintock, premiada en 1983, hacía 39 años que había publicado sus primeros trabajos sobre elementos genéticos móviles.
También parece que ha podido influir la guerra abierta por la patente de la tecnología. Por un lado, el MIT con Feng Zhang a la cabeza, el que aplicó por primera vez la técnica en animales. 
Por el otro, la Universidad de Berkeley y Jennifer Doudla. Por ahora parece que es el MIT quien va ganando, aunque aún es pronto para saber quién se acabará llevando el gato al agua. Lo único claro es que el Instituto Karolinska, el encargado de seleccionar a los premiados, es alérgico a las polémicas y hasta que quede finalmente dilucidado esta lucha es posible que tengamos que esperar para ver a Mujica con el premio colgado al cuello. 
 

Nos quedamos sin Nobel

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