PENA DE PAÍS

Ha fallecido Graciliano Barreiros, doctor ingeniero industrial y consejero delegado de Barreiros Diesel, último hermano vivo del llamado O Henry Ford galego. Apuesto a que los jóvenes gallegos, ni los universitarios, saben quién fue el así apodado. No es culpa suya; mientras las administraciones utilizaron nombres de bienhechores, políticos y generales para plazas y calles, las asociaciones  culturales hicieron lo propio para mantener vivo el recuerdo de los Castelao, Curros Enríquez, poetas, pintores, escritores,.. La Iglesia se encarga de recordar santos y arzobispos en calles y colegios y los medios de comunicación, de contribuir a construir ídolos con pies de barro, desde Maradonas hasta el último vilipendiado, Iker Casillas. ¡Qué sería de Beckham si no fuera por la parafernalia mediática que le rodea!
Pero que yo sepa nadie se ocupa de la llamada “cultura industrial”, con el apoyo institucional necesario para alcanzar la “proyección populista” que debiera tener para que penetre en el tálamo con el mismo interés que nos meten casi diariamente futbol, salvo importantes y magistrales esfuerzos individuales tales como, y sin salir de Ferrol, los del escritor e historiador Juan José Burgoa y su obra “Ferrol y su comarca. El patrimonio industrial” o la igualmente importante labor del también ferrolano profesor e ingeniero industrial Manuel Lara Coira a través de su obra y la Asociación Galega do Patrimonio Industrial, BUXA. Por consiguiente, tampoco se desarrolla una labor de divulgación y de hacer de personas como O Henry Ford galego unos modelos a imitar por adolescentes y jóvenes, muchos de los cuales solo anhelan correr tras un balón y forrarse por ello o como desgraciadamente hasta hace poco, poner ladrillos mal puestos.
Apuesto a que pocos jóvenes saben que fue un español quien inventó la fregona y se forró con la patente. Igual fortuna corrió otro español, quien ideó poner un palito al caramelo. Hay muchísimos ejemplos de que desde trabajos humildes pero dándole al coco, se ha llegado muy lejos: Amancio Ortega-Inditex, Luis Somoza-Azkar o este mismo ejemplo que traigo a colación: Eduardo Barreiros.
Mientras por ahí adelante y en especial en Latinoamérica, los gallegos han causado asombro, con desarrollos personales y colectivos impresionantes, aquí se olvidan personas de la talla de Eduardo Barreiros, O Henry Ford galego, un empresario como hubo pocos, nacido en Gundiás,  Ourense, representativo de los años del desarrollo, capaz de levantar un complejo industrial empresarial que contribuyó decisivamente junto a sus hermanos Valeriano, Celso y Graciliano a la motorización de España a pesar de las hostilidades de sectores tan influyentes como el INI, endulzadas con sucesivas medallas al Mérito Civil y otras; a pesar de las zancadillas que le propinó el ferrolano Marqués de Suances, a la sazón presidente del INI (la SEPI de hoy, vaya por Dios, siempre llena de figuras) hasta acabar con él, no teniendo más remedio que terminar en las fauces de la multinacional americana Chrysler, que si bien en 1.963 y tras una de las mayores inversiones norteamericanas en España le lanzó al protagonismo internacional, en sucesivas ampliaciones de capital esta fue fagocitando la empresa por él creada.
En la película (http://youtu.be/jNr5oNfstKo) se omite (la censura sibilina está presente en todas partes) la época del declive, de cómo perdió la mayoría en la empresa y le hicieron firmar un veto (saben mucho de vetos en el INI, hoy SEPI): que en 10 años no podría emprender nada en automoción. De cómo en esos años emprendió florecientes negocios ganaderos en Ciudad Real, hasta que lo fichó Fidel Castro y ya en Cuba volvió a lo suyo montando una fábrica de motores, camiones, autobuses... Se puede obtener amplísima información a través de la www.fundacionbarreiros.com. Preparando la expansión del negocio a  Angola, murió en La Habana en 1.992, siendo enterrado con todos los honores. Ya en aquel entonces los propios norteamericanos, muy extrañados, opinaban de España que era un país muy raro y que en vez de apoyar a sus emprendedores, acababa con ellos. Y en esas continuamos, con vetos, felizmente expirados, por un lado y ministros de un Estado aconfesional como es constitucionalmente España imponiendo Medallas de Oro al Mérito Policial a la Virgen del Amor, por otro. ¡Pena de país!

 

PENA DE PAÍS

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