El campo no es una postal a la que se va de visita y, todo lo más a darle unos retoques jardineros algún fin de semana. En la “postal” resulta que vive gente y que ella misma está muy viva. Gentes que labran, siembran, pastorean, cazan, pescan, podan... laboran. Que viven allí, que han vivido, desde hace incontables generaciones, de la tierra, de lo que cultivan, de lo que apacientan, de lo que plantan y de lo que recogen.
Gentes a quienes ahora y desde hace un tiempo se pretende anatemizar, sojuzgar y hasta prohibir por lo que hacen. Y con lo que han mantenido cuidada, hermosa, productiva esa “postal” sobre la que los visitadores se suponen capacitados y con absoluto derecho de imponer lo que allí debe hacerse y lo que, como a ellos no les agrada, han decidido prohibir hacer.
Dicho y hecho todo ello desde una autoproclamada superioridad y autoridad de sabiduría moral y ética. Paternalmente se admoniza a los que deben ser reeducados, sobre lo perverso de su comportamiento, haceres y saberes ancestrales y tras darles el sermón de lo “bueno” si resulta que se resisten se le aplica el hierro de la imposición y asunto resulto y a callar.
Eso sí, no sin haber echado como colofón un gimoteante responso sobre la pena que da la despoblación el vacío de los pueblos y lo triste que se queda la “postal” cuando se van ellos. Porque ellos siempre se van. De estas plañideras, no se va visto ni por señal quedarse a ninguno por allí a trabajar.
Hoy estas gentes han decido dejar de callar. Han decido juntarse, agruparse, aliarse y hacer llegar su voz, esa voz tantas veces silenciada y casi nunca escuchada, del campo y del medio rural. Y han echado juntos a andar. Diciendo de inicio que son ciudadanos con los plenos y mismos derechos que todos los demás, que son el sustento y los cuidadores de toda esta nación. Que no están dispuestos ni a que los callen, ni a que los pisoteen ni un segundo más. Que ni el campo ni ellos son ninguna “postal”.
El lunes se presentó en Madrid la Alianza Rural. No es un partido ni quiere en absoluto parecerse en nada a ello. Es lo que pone, una Alianza de las gentes que componen ese importantísimo segmento, tantas veces despreciado, de la sociedad civil y de la ciudadanía, es un una alianza de este importante segmento de la sociedad civil. En ella están englobadas Asaja, el sindicato mayoritario del campo español, la Federación Española de Caza, con cientos de miles de federados, la de Pesca, con otros tantos más, la Unión de Criadores del Toro de Lidia, la Federación de Mujeres del Ámbito Rural, Aproca, la Oficina nacional de la casa y muchas organizaciones más. Eligieron como su presidente al ciudarealeño, Pedro Barato, que lo es también de Asaja.
Tengo para mí y les cuento, que van a dar mucho que hablar en estos tiempos venideros y que más les valdría a los señores profesionales de la política que estos días se juegan el cocido estar atentos y escuchar y actuar, porque el prometer no es aquí ya moneda de curso legal, a quienes son los que ponen en la olla los ingredientes para poderlo cocinar. No sea que les vaya a pasar lo que les paso a algunos por las tierras andaluzas.