REGENERACIONES

Lo de la supuesta financiación irregular del PP causa una cierta desazón. Ya es triste que los encargados de realizar las leyes se las salten a la torera cuando se trata de conseguir dineros para sus fines. Dentro de lo grave que resulta el panorama, lo auténticamente desasosegante es que el extesorero del partido, es decir, el propietario de la llave de la caja, fuera capaz de desviar decenas de millones de euros a cuentas en paraísos fiscales sin que nadie del PP se diera cuenta de su desfalco.
Una situación similar a la que se produjo cuando se descubrió que el electricista, además del Códice, se había llevado de la catedral de Santiago hasta un millón de euros. Y lo que causa desasosiego es que un partido político o la propia Iglesia sean capaces de perder una cantidad semejante de dinero sin que nadie se percate de la merma en sus ingresos.
Es decir, que en Génova los billetes de 500 euros debían ser tan habituales que ya ni se agachaban a recogerlos cuando se les caía uno al suelo. Solo así se podría medio comprender las dimensiones del desfalco que les causó Bárcenas, capaz de meter los sobresueldos en cajas de puros, repartirlos, anotarlos con su pulcra caligrafía en una libretita y, de paso, mandar unos cuantos miles a sus cuentas particulares.
También se le habrá quedado cara de haba a esos donantes anónimos por todos conocidos, que ahora saben que hubieran podido ahorrarse buena parte de lo aportado con haber eliminado ese porcentaje que Bárcenas, supuestamente, aplicaba como su “mordida” particular.
Ya se sabe que España es diferente y que si nos dan los Juegos Olímpicos, recuperamos Gibraltar o ganamos el Mundial de Brasil, nadie se acordará de los millones perdidos en ese agujero negro que existía en pleno centro de Madrid. Sin embargo, aunque la opinión pública parezca curada de espantos e incapaz de reaccionar ante semejante chorizada, urge una regeneración política que acabe, de una vez, con la opacidad que rodea las cuentas de los partidos.
Ojo, partidos, en plural, porque aunque ahora sea el PP el que está en el punto de la lapidación, la realidad es que una pequeña auditoría bastaría para que por él pasaran los líderes de, al menos, el 99,9% de las formaciones de este país.

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