Cataluña, primer tiempo

Cinco millones y medio de electores están convocados hoy a las urnas en Cataluña. De hacer caso a unas encuestas que desde hace algún tiempo vienen apuntando en la misma dirección,  el triunfo de la llamada candidatura independentista (Juntos por el sí) y aledaños (la CUP) será claro; escaño arriba, escaño abajo. Salvo que el voto por correo, que en buena medida se ha incrementado respecto a anteriores elecciones,  ofrezca alguna sorpresa y desestabilice previsiones. 
Por otra parte, la ofensiva con sello empresarial de última hora alertando sobre los peligros económicos del soberanismo no parece haber producido efectos significativos, entre otras razones porque el discurso racional, con hechos y cifras, suele ser poco eficaz frente a  unos sentimientos desde hace tiempo arraigados.
Hay quienes entienden que los resultados se sabrán esta noche, pero que, digan lo que digan desde el balcón de turno los vencedores, no será posible sopesar sus efectos reales hasta después de las generales de fin de año. Será entonces la hora de la verdad; el segundo y decisivo tiempo de la jornada electoral de hoy. La salida del callejón  en que Artur Mas ha metido a su comunidad pasa por la consideración conjunta de las dos citas electorales.
De esta suerte, lo más probable es que el ganador o ganadores de la jornada se coloquen en punto muerto o stand by, pendientes de  lo que dentro de un par de meses suceda y del tipo de negociación que entonces pueda abrirse. Habrá muy seguramente un acuerdo o resolución institucional sobre la independencia cuando esté constituido el nuevo Parlamento regional, pero la eventual y en todo caso declaración unilateral de la independencia se hará esperar. 
Entre otras consideraciones,  porque no sería lo mismo un horizonte del PSOE y todo lo que caiga por la izquierda en Moncloa que una entente PP-Ciudadanos en el Gobierno central. Los primeros ofrecerían menores resistencias. Por eso digo que los independentistas ganadores preferirán –pienso– esperar y ver. Por lo demás, la campaña ha dado poco de sí. Los grandes bloques de electores están definidos y consolidados desde hace tiempo. De ahí que las encuestas apenas hayan reflejado desplazamientos. Y de ahí tal vez también que, con la vista puesta en diciembre, algunos,  como el obsesionado Pedro Sánchez hayan dedicado más invectivas a Rajoy que a Artur Mas, el verdadero responsable de la desfeita. 
También ha sorprendido la campaña de perfil bajo de Ciudadanos en su feudo, cómodamente mecido como sigue por el sistema mediático, pensando quizás en no desgastarse de cara al futuro próximo y poco ayudado por una candidata muy flojita. Los cuadros territoriales siguen fallando en el partido de Albert Rivera.

Cataluña, primer tiempo

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