Igualdad por derecho, no por cuota

Por mucho que se pretenda disfrazar de otro modo, vivimos en una sociedad en la que laboralmente el hombre sigue imponiéndose a la hora de ocupar determinados puestos de trabajo. Algo que se acrecienta en lo relativo a los cargos máximos de dirección o a sentarse en los sillones de los consejos de administración. Desde siempre me ha horrorizado que para desempeñar determinados puestos se haga en base a cuotas, dejando a un lado la cualificación de la fémina que, por regla general, suele ser superior a la del macho.
La lucha, la reivindicación y la denuncia de la mujer para que sea respetado su rol con equidad, igualdad y justicia no es nada nuevo. Los finales de los años sesenta fueron en los que se enarbolaron las banderas de que a igual trabajo igual salario. Y ahora, con el paso de casi medio siglo, aquella vieja reivindicación se transforma en ocupar puestos de relevancia según valía.
Algún día me gustaría leer que en la cartera del jefe del Gobierno de España figura el nombre de una mujer; que en la más alta institución del Estado figura una mujer; que los ejércitos tengan como máxima responsable a una mujer. En fin, podría seguir enumerando puestos en los que por pleno derecho puedan estar mujeres.
En relación a la igualdad a la hora de ocupar un puesto de trabajo por méritos y no por ser del género femenino tengo que decir que en mis largas épocas de directivo de medios de comunicación nombré a una mujer como directora de informativos a nivel regional de una cadena radiofónica privada. Mi iniciativa fui pionera y el balance final fue más que positivo.
Creo que el tema está directamente relacionado con la educación. Y así me lo inculcó mi madre. Una mujer que tuvo que trabajar muy duramente tanto al terminar sus estudios de Medicina, en los años cuarenta, como, luego, ejerciendo de pediatra. Nunca aceptó nada que viniera por su condición de fémina, sino por sus conocimientos educativos y profesionales. Perdió algunas batallas, pero siempre me decía que ganó muchas guerras.
Fue en aquella década una pionera en la reivindicación del derecho de la mujer a ocupar un puesto en consonancia con sus conocimientos. Me reconoció que en numerosas ocasiones no pudo llegar a donde ella le hubiera gustado, porque estaba mal visto que una mujer ocupase determinadas especialidades médicas –ella llegó a atesorar hasta tres–, teniendo que renunciar a ejercer alguna de ellas. Esta herencia reivindicativa se la transmití a mi hija cuando inició sus estudios universitarios: que la igualdad es un derecho adquirido de cada persona. No es una cuestión de sexos, sino de conocimientos.
No tengo ninguna duda de que el siglo XXI es el siglo de la mujer. Por mi edad me gustaría verlo lo antes posible. La igualdad es un derecho, no una cuota.

Igualdad por derecho, no por cuota

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