La Benemérita informa

Quien no llora no mama. Tal parece haber entendido la Guardia Civil, tras mil promesas incumplidas, divulgando por vídeo, internet y otros cauces informáticos su hoja de servicios a fin de un reconocimiento público que se traduzca en mejora concreta. Primero, dotándola de medios materiales –cuarteles, armas, mobiliario y otros elementos esenciales– y, después, equiparando retribuciones a las de otras fuerzas de seguridad del Estado, policías nacional y autonómicas y locales. Nuestra Benemérita, sin dejar de ser los bravos de la tribu, aspiran a que sus riesgos y peligros superen los parabienes aumentando la soldada. No se trata de emular diferencias escandalosas –las comparaciones siempre son odiosas–, pero sí reconocer lo mucho que los españoles debemos a los uniformes verdes a título individual y social. Relacionando con nuestro instituto armado falta profundizar la esencia biológica de su buen hacer y el porqué es necesario que exista.
No olvidemos que nació e 1844 para mantener el orden público muy alterado por las revueltas campesinas y los grupos de bandoleros, contrabandistas y salteadores que proliferaron tras la guerra civil carlista. Arrancó con 6.000 hombres que en 1857 pasaron a 10.000. Vida rural. Pareja caminando montes y carreteras. Misiones variadas. Servicio de información privilegiado…
Sin ánimo peyorativo alguno, pues la tortura no contó ni cuenta en sus actuaciones, no me resisto a contar una anécdota de los tiempos fundacionales que bien podría ser cierta. El paseo del jefazo duque de Ahumada con un amigo, en coche de caballos, por las afueras de Madrid. Interceptado por una pareja del nuevo cuerpo recabándola documentación, le entregó su cédula personal. El duque le advirtió que la estaba mirando al revés. Fue abofeteado con una advertencia: ¡La Guardia Civil lee de cualquier forma! Y el duque comentó: “Esta es la policía soñada...”.

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