AMIZADES

El hombre de hoy, pese a seguir siendo animal social por naturaleza, se enfrenta a una situación casi irresoluble. Cuanto mayor y poblada es la ciudad donde vive él se encuentra más solo. No únicamente con relación al barrio donde mora, sino incluso a la casa que habita: muchas veces los vecinos del inmueble no lo conocen y ni tan siquiera escucha los “buenos días, tardes o noches” cuando baja la escalera o sube en el ascensor. Paradoja crucial de nuestras prisas estresantes, masas rebeldes, manifestaciones callejeras y protestas absurdas. Donde tampoco, a nivel individual, la criatura humana logra intercomunicarse en su trabajo, ocios expansivos o virtudes cívicas.

Mi pasmo ante el éxito alcanzado por Amizades en el concierto conmemorativo de sus diez años

 

Por todo ello, mi pasmo ante el éxito alcanzado por Amizades en el concierto conmemorativo de sus diez años a favor de nuestra Cocina Económica y la Asociación Down Coruña. Ahora, en el cobijo del recuerdo, encuentro la sencilla explicación. Ansias de buscar, encontrar y compartir con otros la existencia, huyendo del frío absoluto de la nada, por utilizar palabras de tipos como Unamuno y Borges que sabían un rato largo sobre angustias humanas.

“Desde el primer momento –asegura su presidente Manuel Estevez Mengotti- fue evidente la determinación de todos por lograr un espacio en el mundo de la música…” Aportación celular de un Kant crítico y del logos griego soplando amor, esfuerzo y goce. Así Amizades enarbola la hermenéutica de la música popular: “Como han pasado los años”, donde los árboles de sueños desprenden sus hojas; “No estamos solos” –somos cerezas y tiramos unas de otras–; y canciones eternas con lloros de recién nacido.

Como remate final, las habaneras de Los Cantones, calle Real, playas de Riazor y Santa Cristina en la explosión jubilosa: que más se puede pedir que “Vivir en La Coruña…”

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