Frecuencias, en la galería Vilaseco

La actual  muestra “Frecuencias”, en la galería Vilaseco, acoge la obra de Regina Giménez, Nicolás Combarro y Oriol Aribau, que, amén de participar del interés por la arquitectura, ofrecen tres formas distintas de abstracción, con un punto que los empareja y que consiste en la repetición de un módulo plástico (llamado monema, en lingüística), medio por el cual un número finito o discreto de elementos da lugar a infinitas posibilidades expresivas, pues, al combinarlo de diversos modos se crean distintas relaciones de la luz, la forma y el espacio;. A esta variabilidad alude el título. 
El más sobrio de los tres, Aribau (Barcelona, 1984), un tanto en la línea de su muestra anterior: “Alrededor de la ausencia”, enfrenta dos planos de pura sombra: uno de sombra espesa, matérica, como de chapapote, y otro más ligero de un gris metálico, apenas agitado por leves y sutiles manchas o –acudiendo a Malevich– de negro sobre negro; pero también con cierta mística de Tanizakis y su “Elogio de la sombra” que loa esos ámbitos de soledad y de silencio que sirven a la interiorización y a la extrañeza, y son también los de lo oculto y lo desconocido. 
La arquitectura ha sido siempre la inspiración  de Nicolás Combarro, que ha ido de lo popular y de sus intervenciones en edificios abandonados, a esta obra mucho más racional, realizada de noche en los espacios del CGAI; son composiciones fotográficas de raíz constructivista, que podrían denominarse como geometría de la luz, porque consisten en la proyección de formas ortogonales  de pura y blanca luminosidad sobre rincones del museo sumidos en la densa oscuridad nocturna; parecen auténticas cajas de luz que se abren dando lugar a la aparición de milagrosos alumbramientos; el fuerte  contraste de luces y de sombras origina ángulos secretos y misteriosos claroscuros, que hacen pensar en luces atrapadas y en arquitecturas de encierro.
Por su parte, Regina Giménez (Barcelona, 1966), sigue en su línea  geométrico-constructivista, que arranca de su admiración por la estética funcional de los años 50, buscando formas claras y sencillas donde lo recto juega con lo curvo y el color se reduce a tres o cuatro tonalidades. En esta obra actual  ofrece planos lisos de color ocre canela, sobre los que va articulando, en posiciones variadas, círculos y rayados horizontales de rojos-anaranjados  y azules, que a veces penetran en el espacio circular y otras lo enmarcan, creando, a su vez, una dialéctica entre espacio vacío y lleno. 
Si las obras de Oriol Aribau y Nicolás Combarro nos aproximan, aunque bajo sobrias formas geométricas,  a un cierto lado oculto o misterioso de lo real, donde luz y sombra juegan su eterno papel de enfrentadas antítesis, la obra de Regina Giménez se ciñe al rigor esquemático  del diseño. En los tres están presentes las imágenes constructivas, (nacidas del suprematismo, Bauhaus, Mondrian , De Stijl... ) que ya en 1955 Herbert Read, en su obra “Imagen e idea”, anunciaba para el futuro del arte, ese que, más de medio siglo después, quizá aún comenzamos a vislumbrar.

Frecuencias, en la galería Vilaseco

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