Hay que ser realistas con la situación que vive el Deportivo cuando está a punto de enfrentarse al Málaga en tierras andaluzas para cumplir con la jornada 13 de competición en un partido que se presenta muy complicado. No vale la pena volver a poner sobre la mesa los grandes inconvenientes que existen en un equipo que está pasando por un momento muy delicado y donde resulta urgente darle la vuelta a una situación que cada día que pasa es más embarazosa. Pienso que nadie es ajeno a ello.
Aquí ya no valen más disculpas. Y menos echar las culpas a los demás. Tampoco a los árbitros. Eso es de perdedores. Comparto totalmente lo apuntado por el centrocampista blanquiazul Pedro Mosquera cuando, en un contexto muy tajante, deja muy claro que “nos equivocaríamos si echásemos la culpa solo a los árbitros”. Personalmente, me parece muy sensato lo que dice el futbolista coruñés y aunque entiendo el monumental enfado que reina en A Coruña con el arbitraje de Mateu Lahoz no señalando un claro penalti sobre Andone, siempre digo que arbitrar es harto complicado, porque unas veces te dan y otras te quitan aunque siendo un poquito canalla, los errores cuando se trata de equipos grandes, siempre llevan el mismo destinatario.
Pero hablando de los árbitros no vamos a arreglar nada y menos la situación triste y desesperante que vive el club que preside Tino Fernández. Hay otros aspectos del juego deportivista que requieren más atención y que tienen más importancia.
Lo sucedido frente al Sevilla en Riazor tiene que servir para aprender. No se puede dilapidar una renta de dos goles de forma tan inocente y con lo que le cuesta al Deportivo llegar a la portería rival y acertar. Y aquí sí que hemos pinchado en hueso. Ante el Sevilla no supimos aprovechar la pájara andaluza en la primera mitad a pesar del gol tempranero de Babel y la preciosa ejecución de Andone en una jugada que siempre intenta y que no siempre le sale. Por su esfuerzo se lo merece. Pero no fue suficiente.
En la continuación, al Depor se le bajó la persiana y su físico se desmoronó de forma alarmante y preocupante. Y la remontada era cuestión de tiempo. Y para amargar más a Riazor, llegó en los minutos finales. Ahora toca viajar a Málaga. Y las perspectivas no invitan al optimismo sobre todo si tenemos en cuenta que lejos de Riazor solo hicimos dos goles (Vigo y Granada) y todavía no se ha ganado. Y así es difícil salir del pozo.