Una juventud para la esperanza

Cuando aquí andamos perdidos en las míseras querellas internas que impiden formar un Gobierno y en pleno momento de ocio y descanso, en Cracovia, millón y medio de jóvenes han acudido a la Jornada Mundial de la Juventud donde lo que escuchan y lo que ven es todo lo contrario. No es una JMJ “normal”. El lugar donde se desarrolla, los terribles símbolos que aún permanecen, la situación mundial amenazada por el terrorismo, la persecución de los cristianos en muchos países hacen de esta Jornada una cita muy especial. Y los mensajes del papa Francisco, quizás el único líder mundial respetado por todos, exigen una reflexión.
El Papa de la Misericordia, con mayúsculas, sostiene que “el terror no se vence con más terror”. Francisco abre los brazos a la llegada de culturas y personas diferentes convencido de que sólo se puede acabar con este problema con la fraternidad, es decir, llevando el progreso, la cultura, la libertad y la esperanza a los países de los que huyen millones de personas que viven la persecución, la guerra o la miseria. Francisco ha pedido puentes y no muros y ha reclamado a los jóvenes que abandonen el sillón, que dejen de estar “dormidos o narcotizados” y que se pongan a andar “por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría”: les ha pedido que se empapen de “la locura de Dios, que nos enseña a encontrar al hombre en el hambriento, en el desnudo, en el enfermo, en el sediento, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está sólo...”. Esta Europa en crisis de valores y de sentido, la amenaza del terrorismo, la tragedia creciente de los refugiados, la falta de liderazgo y el auge de movimientos populistas sólo pueden ser combatidos desde nuevas ideas y nuevos liderazgos. La esperanza está en la juventud, pero no en la que vive entre el sofá y el botellón o las drogas, sino la que de verdad quiere cambiar la sociedad y llevarla por otros caminos de solidaridad y de justicia. La que está, estos días, en Cracovia. La que no ha vivido algunos de los peores momentos de la humanidad y no quiere repetirlos.

Una juventud para la esperanza

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