Hablemos claro

No se puede negar que estamos viviendo un momento en que los nacionalismos, por diferentes razones, están en auge en Europa. Unos porque se resisten a disolver su identidad nacional en la caldera del globalismo y otros porque tienen el deseo de construir estados independientes.

En todo caso, este artículo no intenta analizar las causas que los originan, ni siquiera abordar la cuestión catalana, tan candente y complicada en estos momentos, sino resaltar las contradicciones habidas de parte de los diferentes gobiernos españoles a la hora de respetar la integridad territorial de algunos estados.   

El primer desatino empezó con la antigua Yugoeslavia. Ocurrió que todos los gobiernos europeos, entre ellos el español, apoyaron la desintegración de aquella federación de países balcánicos; algunos incluso proporcionando armas y dinero a las repúblicas separatistas. Pero por si aquel despropósito no fuera suficiente, unos años más tarde apoyaron manu militari la separación de la provincia de Kosovo de Serbia. Aunque es cierto que Madrid nunca llegó a reconocer oficialmente esta secesión, sin embargo, colaboró directamente en su impulso al participar en los bombardeos de la OTAN contra la pequeña Serbia para obligarla a abandonar ese territorio.  

Es obvio que si el gobierno español no reconoció oficialmente esa separación no fue por justicia, ni por respetar la soberanía de Serbia, sino por la sencilla razón de que no quería sentar un precedente legal que ayudara al secesionismo dentro del Estado español. Una manera muy sutil de escurrir el bulto, pues ese hecho no le resta relevancia a los pocos escrúpulos que tuvo a la hora de ayudar a romper otro Estado. 

La falta de reparos y las contradicciones en las que cayeron los llamados “patriotas constitucionales” alcanza niveles de sainete, puesto que todavía llegan más lejos en su infinita hipocresía. Veamos. Ellos están por una Europa federal, sin embargo, saben perfectamente que una federación así significaría el fin de la nación española; esa que dicen amar tanto. Entonces, uno se pregunta  ¿por qué en un contexto determinado están dispuestos a liquidar la nación a precio de mercadillo y en otro quieren mantenerla unida a toda costa? Francamente, hay cosas que cuesta entender. 

La realidad es que el tema es farragoso, molesto. Sin embargo, es bueno airearlo, porque llegados a este punto debería dar lo mismo entrar en una Europa federal de una manera que de otra, entiéndase, haciéndolo unidos o dispersados. ¿O no? ¿En qué se diferenciarían? Y no es algo retórico, uno simplemente está haciendo el sano ejercicio de pensar, con lo cual hay preguntas que vienen rodadas.

Lo cierto es que las cuentas no nos cuadran. No se puede ser “patriota” en un contexto determinado y no serlo en otro. No se puede abogar por la ruptura de otro país y alarmarse cuando eso mismo puede suceder en el de uno. A uno le gustaría que alguien le explicara cómo se pueden conjugar tales contradicciones, tales contrasentidos, que además son irreconciliables entre sí por mucha ingeniería social y política que se les quiera aplicar.

Aunque uno intuye que todas estas supuestas contradicciones no son tan reales como aparentan, sino que en su trasfondo hay una gran dosis de fariseísmo, de disimulo, obedeciendo a ese doble discurso que caracteriza a las élites políticas y que al final termina por enfrentarnos unos con otros. Todo ello para encubrir intereses grupales y llevar a cabo estrategias geopolíticas de diferente pelaje. Un juego donde rigen principios cambiables, que tienen como finalidad aplicarlos como mejor convenga. Por eso, a poco que se piense, es fácil encontrar la disonancia, la desarmonía, incluso el disparate.

En los años 90 del siglo pasado se puso en práctica una determinada política hacia los Balcanes. Allí el gobierno español colaboró y apoyó sin rechistar las directrices europeas, todas ellas destinadas a desintegrar y despedazar países enteros sin importar las consecuencias que pudieran venir después. Sin embargo, lo que apoyamos allí no lo queremos aquí. ¿En qué quedamos? Es obvio que por mucho que uno lo intente hay algo aquí que no le encaja.

Hablemos claro

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