EL GALLO DE BARCELOS

Confieso mi querencia por Portugal, un cariño que nace en aquel “primer viaje al extranjero” que para los adolescentes de mi generación siempre tenía como destino este país y se fue consolidando en numerosas visitas posteriores. 
Siempre es agradable volver a Portugal, allí uno tiene la sensación de encontrarse en casa, sobre todo en el norte, que es una prolongación de Galicia en su paisaje, en la lengua, en costumbres y tradiciones y en la forma de ser de su gente. 
En esta ocasión recalé en Barcelos, la ciudad norteña a tiro de piedra de Galicia que presume de cuatro cosas: ser el mayor concello de Portugal; albergar la mayor feria del país; tener un potente equipo de hockey –de lo que da fe el Liceo coruñés– y convertir a su gallo en uno de los símbolos y emblema turístico de Portugal.
La leyenda del gallo, como la de Santo Domingo de la Calzada donde “cantó la gallina después de ser asada”, está relacionada con el Camino de Santiago y es una delicia contada por Saramago en el Viaje a Portugal. “Fue el caso, escribe el Nobel, que en Barcelos hubo un crimen y las sospechas recayeron sobre un gallego que era inocente” y –si la leyenda se cuenta desde Galicia– fue salvado por el Apóstol Santiago, que evitó que el nudo de la soga apretara su garganta. 
Sea como fuere, el milagro se produjo, el gallo asado revivió en la mesa del juez justiciero y Barcelos, concluye Saramago, “es ciudad tan garbosa que merece perdón por querer condenar al gallego y más aún por haber criado el gallo que la libró de remordimientos”. 
En esta ciudad cordial y hospitalaria comparto larga sobremesa con un colega portugués, amigo de viejo, en una terraza a los pies del rio Cádavo del que dice Saramago “aquí es hermosura, entre márgenes altas que las necesidades urbanas aún respetaron” y le comento que no se puede expresar mejor el cuidado urbanístico y la conservación de los  núcleos urbanos que se ve en la mayoría de ciudades y pueblos. Ahí están Viana, Ponte Lima, Caminha…, poblaciones familiares a los gallegos.  
“En eso os hemos ganado, contesta. Portugal resistió y superó con nota la especulación urbanística e, incendios aparte, cuida con esmero la naturaleza y el paisaje”. Como se puede comprobar viajando de Valença al Algarve sin encontrar un solo vertedero clandestino de los que abundan en España, Galicia incluida. Pero mi amigo sostiene que Portugal nos gana en más cosas que contaré el miércoles.  

EL GALLO DE BARCELOS

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