ay gente que se empeña en atribuir sus éxitos o sus fracasos a una mera cuestión de suerte, pero en realidad todo lo favorable o lo desfavorable que nos sucede, poco tiene que ver con la bonanza aleatoria, por ello, a menudo les repito a mis hijos que la verdadera fortuna parte de tener unos principios sólidos y unos valores contundentes, así como en el hecho de ser persistente en los mismos y hacerlo a pesar de las dificultades, cansancio o tentaciones que se nos crucen por el camino de la vida. La suma de todos estos factores compone la esencia de un ser humano inteligente y a bien consigo mismo, o lo que es lo mismo, con una buena predisposición para enfrentar y afrontar. Los seres bendecidos por el simple hecho de nacer en el seno de una familia que se haya molestado en inculcarles cómo ser buenas personas, no solamente evitarán un sinfín de conflictos internos y externos, sino que lograrán la tranquilidad de su espíritu y poseerán la capacidad de ver más allá de sus narices, con todo lo que esta habilidad representa.
También son muchas las personas que, habiéndose producido su alumbramiento en condiciones desfavorables o aparentemente desafortunadas, han sido capaces de trabajar el doble que los demás para no verse engullidos por las fauces del lobo y conseguir darle completamente la vuelta al que a todas luces parecía su maltrecho destino. Sea como sea, estoy tan segura de que la suerte no existe como de que esta no es más que la habilidad de uno para aprovechar las ocasiones favorables y para sacar lo positivo de todas las desfavorables.
La verdadera fortuna reside en la esencia del individuo y en su capacidad para adaptarse a lo que le vaya viniendo. Por supuesto es importante trabajar por y para que las cosas salgan bien y no cesar en ese empeño, pero a veces la consecución de ese fin no depende únicamente de uno, por lo que sus planes iniciales pueden verse inmerecidamente truncados. Por ello es clave estar preparados desde las bases para ver fuera de la caja y para volver a empezar todas las veces que sea preciso. Lo único importante es llevar en la maleta una mente estable y clara, así como estar rodeados de un pequeño entorno que lleve el mismo equipaje que nosotros.
A partir de ahí la vida se facilita sobremanera y nuestras alas crecen al mismo ritmo que la autoestima y la confianza, dotándonos de un atractivo especial de cara al resto de los mortales. Así que procuren no olvidar que la suerte está en nosotros y en nuestra forma de interactuar con la vida. Déjense de asociar la fortuna al azar. He conocido personas a las que parecía haberles tocado la lotería económica, que eran completamente desgraciados en otras muchas parcelas. Del mismo modo, conozco a individuos a los que la hipotética fortuna parecía haberles dado la espalda y, sin embrago, son mucho más felices que la mayoría.
No olviden nunca que somos peones de un tablero de ajedrez y que, aunque perdamos una partida, quedan muchas por jugar, muchas estrategias que llevar a cabo y muchas personas deseosas de ver cómo resolvemos la partida para aprender de nosotros; así que tratemos de hacer las cosas bien para ser recordados por haber enseñado algo a alguien. He ahí donde se esconden el cariño, el amor y el respeto. La mayor de la suerte a la que un ser humano puede aspirar.