MIRAR PARA OTRO LADO

Después de un mes largo de espectáculo jurídico y mediático, por fin ha concluido el primer capítulo del caso Gurtel. Por fin, el jurado emitió su veredicto y Francisco “Paco” Camps por falta de pruebas fue declarado no culpable de haber recibido un modestísimo, pero célebre ajuar.
Ha sido y seguirá siendo el ajuar más famoso de los últimos tiempos. Llevaba tres o cuatro años en primera línea informativa, ha ocupado hasta a tres fiscales, gastado ríos de tinta periodística, consumido miles de euros y ocupado cientos de cajas y decenas de miles de folios sumariales.  
Tratándose como se trataba de un caso menor –de una pieza separada–  dentro del sumario  Gurtel y reparando en que, en todo caso, el cohecho impropio que se juzgaba no llevaba implícita en caso de condena pena de cárcel, sino sólo una sanción económica, me pregunto qué nos deparará el futuro inmediato cuando se ventile la parte sustancial del procedimiento, cual es la supuesta financiación ilegal del PP.
Hay, con todo, en el caso algo más importante: y es que los partidos políticos tarden tanto en tomar cartas en determinados asuntos antes de que estos salten a la calle y a los tribunales. Y en el caso Camps –que ha salido bien, pero que podía haber salido muy mal– eso no sólo no ha sido así, sino que los más altos dirigentes del Partido Popular han venido colmando al expresidente valenciano de besos, abrazos, efusiones, respaldos y loas sin término. El PP ha jugado con fuego.
¿Queda con el veredicto rehabilitado Francisco Camps? Creo que no. De cara al partido, tal vez. Pero de cara a la opinión pública, no. Y no sólo por causa del cutre episodio del preciado ajuar,  sino también por el caótico estado en que el otrora presidente ha dejado a la comunidad que supuestamente administraba.
Como resumía días atrás el periódico que más ha impunemente violado  el secreto del sumario, la tierra que un día fue próspera y envidiada, la de los grandes fastos de la Fórmula 1 y de la vuelta al mundo en vela, la de la magnífica Ciudad de las Artes y las Letras, se encuentra hoy con una de las mayores  deudas públicas de España,  suplicando avales del Estado para no declararse en quiebra, sin bancos ni cajas propios, salpicada por otros casos de supuesta corrupción y convertida en el símbolo de la mala gestión.
¿Y nadie, dentro del propio partido, pudo poner fin a semejante desvarío antes de que lo pretendieran hacer los jueces? No lo entiendo, como tampoco entiendo el caso de los ERE falsos del socialismo andaluz. ¿Por qué se llega a semejantes extremos? ¿Por qué quienes debieran miran para otro lado en tales y tan comprometidas circunstancias?

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