ADN masculino

Sin duda el crimen cometido en León contra la presidenta de la Diputación rompe la estadística sobre delitos cometidos por mujeres. No cabe duda que este tipo de crímenes se enmarcan en el campo masculino. Es bastante raro, por no decir muy  raro, que dos mujeres se líen a tiros y,  además, hacia otra mujer. En los delitos violentos es el hombre quien lleva la delantera. Especialmente atracos, robos, homicidio,  asesinato o lesiones. Nos dicen los estudiosos que ya en edades tempranas el niño es más agresivo que la fémina, que suele ser más pacífica.  La mujer, por regla general,  en sus crímenes se destaca por la calma. De ahí las que envenenan a sus maridos o amantes o las que inducen a un varón a cometer un delito. Son actuaciones más sutiles, más ladinas. Menos expeditivas. 
Existió  una teoría Lombrosiana que indicaba que el principal culpable de los delitos femeninos, era el síndrome premenstrual.  Claro que Lombroso no deja de ser un personaje histórico y pintoresco en los libros de Derecho. Evidentemente, ninguna relación existe entre la violencia y el periodo menstrual o premenstrual. Esto se declaraba así en el siglo XIX por una sociedad tremendamente machista, donde la mujer era un ser digno de desconfianza, ya que Lombroso decía que “Educar y remover a las mujeres de sus características de domesticidad y maternidad que las mantienen como inocuas semicriminales, podría resultar un hecho desastroso para la humanidad”. Bueno, de momento, la humanidad no parece estar hecha unos zorros por los crímenes femeninos.
Los estudios actuales indican que la mujer delinque menos,  no por el hecho de serlo sino por sus circunstancias biológicas o sociales en que se desenvuelve su personalidad. Esto las hace menos violentas que los hombres. El dato es incontestable: El 10% de la delincuencia es femenina y en torno al 80% masculina. La incorporación masiva de la mujer a la vida pública, sin duda tendría que  tener su transcendencia en el ámbito de la delincuencia, pero no fue así. Y ello, porque hace cincuenta años, las mujeres no podían cometer algunos delitos,  como por ejemplo el alzamiento de bienes,  porque no podían ser empresarias. 
Hoy, desde luego, sí pueden hacerlo. Sin embargo, es evidente que existen menos cárceles de mujeres que de hombres. Y,  además,  en ese 10% en el que se engloban los delitos femeninos, al menos en la mitad de ellos hay un hombre por el medio. Es muy raro que en un crimen violento no esté implicado un hombre. La delincuencia femenina es la gran desconocida de la criminología y muchas de las decenas de teorías existentes están basadas en tópicos machistas o en afirmaciones sin base empírica. La última se dio a conocer la semana pasada. Una universidad californiana sugería que los estrógenos, y no sólo la testosterona (hormona con presencia 10 veces mayor en el hombre), podrían jugar un papel importante en el hecho de que éstos desarrollen patrones de conducta más duros o agresivos. 
Sin duda el crimen de León rompe el esquema. Madre e hija,  de común acuerdo, llevan a cabo un crimen violento. La madre no solo tiene el valor de disparar por la espalda, sino de rematar en el suelo. El tiro de gracia.  A pleno día y al más puro estilo del oeste. Dice que la mato por inquina. Por como trataba a su hija. Declaraba a la Policía que llevaba dos años preparando el crimen y que la sometió a seguimientos. Al ser preguntada porque no culminó su plan, Montserrat González contestó que no disponía de los medios suficientes. No fue hasta que consiguió el arma homicida, comprada en el mercado negro, cuando lo llevó a cabo.
Para el caso da igual. La brutalidad y violencia mostradas no dejan de producir asombro. Dos mujeres de un buen nivel cultural, dentro de ese grupo que se define como “gente de clase” o “gente guapa”. En el trasfondo, el instinto dominante pudo más.   Había ajustes de cuentas, venganzas, celos y ansias de poder.   
Eso sí, de no existir testigos, el crimen tendría ADN masculino. 
Emma González es abogada

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