Pensar y sentir

La frase de Descartes “pienso, luego existo”, adquiere su más profunda significación cuando se comprueba que no se puede pensar sin existir, pero que no todos los seres existentes tiene la facultad de pensar. Sólo los humanos son seres pensantes, capaces de reflexionar intelectualmente.
Por eso la idea “pienso, luego éxito” alcanza su verdadera trascendencia cuando la convertimos en la de más hondo contenido de “pienso, luego soy humano”.
Lo que antes decimos del pensamiento no es aplicable a los sentimientos, pues estos también los tienen algunos seres irracionales. Como ejemplo puede ponerse la sensación de calor y frío que experimentan los animales y, sobre todo, la de dolor y placer que lo sienten y manifiestan visible y externamente. No tienen, en cambio, ningún sentimiento relacionado con la voluntad, como pueda serlo el de culpa, por lo que no se arrepienten ni sienten remordimiento.
Esbozadas las anteriores ideas, podemos hacer algunas reflexiones sobre lo que representa pensar y sentir, es decir, los pensamientos y los sentimientos. Los pensamientos deben movilizar a los sentimientos, pero no a la inversa. El sentimentalismo edulcora la realidad, pero no la afronta ni corrige.
Los pensamientos se transmiten y comunican; los sentimientos son intransferibles, personales y subjetivos.
Podemos comunicar a otros nuestro dolor, pero nunca la experiencia del mismo que es inseparable del que la vive y padece. Igual ocurre con el dolor ajeno, que sólo podemos lamentarlo pero no participar o compartir su experiencia.
La certeza de la muerte, al enfrentarse al ansia y deseo de supervivencia, convirtió aquel pensamiento en el sentimiento trágico de la vida que tanto atormentó a Unamuno.
Si las anteriores consideraciones las aplicamos al ámbito político, podemos observar cómo los nacionalismos son el mejor ejemplo de que el sentimiento nacionalista precede al pensamiento que se articula posteriormente para servirle de base y fundamento.
Sin un sentimiento nacionalista fuerte, difícilmente se puede construir un pensamiento teórico que lo reconozca y legitime.
Los pensamientos, finalmente, admiten distintas sensibilidades que no afectan a su esencia. Así se habla con frecuencia de las distintas sensibilidades que existen o puedan existir en el núcleo ideológico de los partidos políticos, o de las distintas sensibilidades de sentirse español.
Confirmando lo anterior, podemos decir que “pensar en España” es compatible con “sentir España” y las distintas sensibilidades de ser español.

Pensar y sentir

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