Un cursillo acelerado de carácter gallego

Seguro que a estas alturas, Juan Carlos Escotet ya tiene muy clara la peculiar ideosincrasia de los gallegos. Lo suyo ha sido un cursillo acelerado de inmersión en el “yo gallego” desde que un buen día decidió adquirir el Banco Etcheverría y, desde esa plataforma, hacerse con lo que fue el sueño de una noche de verano o, lo que es lo mismo, la gran caixa gallega fusionada.
Este buen hombre, que vivía tranquilo en sus dominios ha aprendido en apenas unos meses la importancia que tiene el lugar en el que una fundación establece su sede fiscal, por mucho que las fundaciones no tengan que pagar ni un euro al fisco.
Incluso ya sabe lo que es tener la sede social en un sitio, la institucional en otro y hasta la política un poco más allá. Y es que a minifundio y localismo no nos gana nadie.
Por eso, porque lo llevamos en los genes, es muy posible que una pléyade de asesores le estén intentando explicar que nadie le agradecerá que con su intervención haya garantizado la permanencia de una obra social que se arruinó a base de comprar edificios majestuosos para luego llenarlos de cuadros de dudoso gusto y coferencias de medio pelo, obras de teatro aficionado y conciertos de niños de escuelas musicales.
El caso es que en este juego de las cuatro esquinas que es Galicia, nadie parece ser capaz de mirar más allá del hombro del que tiene enfrente. Ese es el espejo con el que compararse y si su miseria es cuando menos tan grande como la nuestra, sonreímos tranquilos sabiéndonos empatados en las carencias.
Ese gen con el que los científicos nos identificarán cuando aparezca una Atapuerca gallega llevó a las viejas cajas en su día a una alocada carrera de adquisiciones. Si una adquiría parte de una bodega la otra se compraba una entera, si se invertía en ladrillo, los de enfrente compraban la fábrica y así hasta que los euros no llegaron y la burbuja reventó.
Seguro que Escotet se hace cruces ante tanta insensatez, tanta saña enfermiza, tanto populismo barato, tanta, en el fondo, estupidez. Él lo que quiere es hacer su trabajo, ejercer de banquero, conceder créditos, abrir hipotecas, pagar las pensiones y tener depósitos.
Sin embargo, se ha encontrado en el ojo del huracán por una decisión que ni tan siquiera ha tomado él, sino que la ha heredado.
La gran ventaja es que esa sensatez que le ha llevado a, por ejemplo, zanjar de manera satisfactoria y sin ruido lo que fue el grave problema de las preferentes parece que será la que también impere en esta versión de la guerra de la secesión americana adaptada a esta tierra de grelos, tojos, minifundio y botarates.

Un cursillo acelerado de carácter gallego

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