Patxo Unzueta ha escrito en “El País” que Podemos ambiciona llegar al poder cuanto antes, por vía electoral y, una vez alcanzado, utilizarlo desde un fuerte liderazgo personal para crear las condiciones de su perpetuación. Unzueta no es un columnista de un diario de extrema derecha, que se entretiene demonizando al partido populista de izquierdas de Pablo Iglesias, sino que es un periodista de la generación democrática que afianzó el diario de Prisa. Sus palabras, por tanto, evocan una situación inquietante en términos democráticos, al atribuir riesgos a la tercera fuerza política y posible aliado de un gobierno con el PSOE.
El programa base de Podemos y otros documentos de este partido podrían ser homologados como socialdemócratas, si se quiere al estilo nórdico, pero ciertos talantes personales, determinadas decisiones, extrañas conexiones con Irán y Venezuela, y algunas otras cosas por el estilo, transforman Podemos en un partido no del todo fiable.
Tanto es así que Unzueta cree que, para el PSOE, el fracaso de un acuerdo con el Partido Popular podría, en el peor caso, corregirse en la siguiente elección; mientras que el paso de Podemos por el Gobierno dejaría probablemente estructuras y hábitos de actuación difíciles de desmontar.
Desde Podemos e incluso desde el PSOE se habla mucho de trasladar su pacto de la Comunidad Valenciana al conjunto del Estado. Tal vez se olvidan unos y otros de que en el caso de Valencia el pacto de gobierno comprende la gestión de servicios públicos, pero no la conquista de poder en campos tan sensibles como los servicios de inteligencia, la defensa o Interior. No es lo mismo gestionar a los médicos que a los espías. Y no es lo mismo ‘mandar’ en el profesorado que en los militares o en los guardias civiles.
En buena lógica, Pablo Iglesias está en su derecho de aspirar a gobernar todo tipo de instancias públicas, incluidas las más sensibles del Estado. Pero, visto lo visto, las acusaciones de que está siendo objeto como leninista, entre otras lindezas, tal vez aconsejan que Iglesias explique mejor sus inquietudes e intenciones políticas. Las de verdad, no las simuladas. También está por demostrarse la compatibilidad de su discurso repleto de palabras de amor de telenovela con destituciones internas al estilo soviético.