El gesto del pequeño de 3 años que corrió a defender a su madre en su casa de Vigo al ver que el padre le pegaba fue conmovedor. Su hermana de 11 años hizo causa con él y llamó a la policía que acudió a ese domicilio y detuvo al agresor.
También conmovieron las lágrimas de Puri Rey que, rota por el dolor, relató el calvario de su hermana Soledad, víctima de malos tratos continuados, sufridos en silencio, “porque solo vivía para su hijo con Síndrome de Down y autista” y acabó asesinada por su marido en Gondomar.
Son las dos últimas víctimas de la violencia doméstica que, tristemente, es tan frecuente que no pasa semana sin que aparezcan casos de agresiones o muertes de mujeres causadas por un machismo irredento.
¿Cómo poner remedio a esta situación? “Se necesita mucha educación y mucha ayuda, las maltratadas necesitamos la ayuda de toda la sociedad que debe implicarse en esta lucha”, decía una víctima del maltrato. Ayuda imprescindible es la de los medios de comunicación que, en su vertiente formativa, conforman la conciencia social.
Por eso, la Asociación de Periodistas de Galicia organizó con la Secretaría de Igualdade el Congreso “Medios de Comunicación en tiempos de Covid-19” en el que expertas reconocidas en políticas de igualdad y violencia de género aportaron ideas sobre cómo informar de las distintas modalidades de violencia, desde la sexual, psicológica y económica, hasta del maltrato físico o la muerte. Una pléyade de periodistas de los medios gallegos completaron los paneles debatiendo sobre el tratamiento más adecuado para comunicar estos tristes episodios a lectores y oyentes.
Hubo coincidencia en que el adecuado tratamiento informativo a estos delitos y a las víctimas es clave para sensibilizar y concienciar a la sociedad en la lucha por la la erradicación de la violencia machista. “La información, la educación y la cultura son las armas más poderosas para acabar con esa lacra”, señaló Susana López Abella.
Volviendo a los niños de Vigo, su valentía me recordó un hecho ocurrido en Galicia hace años, cuando nadie hablaba de violencia de género. Un grupo de niños regresaba de la escuela y al llegar a la aldea vieron a un individuo pegar una bofetada a su mujer. En ese momento una niña que de 7 años se interpuso entre la pareja, se dirigió al agresor y le dijo en tono imperativo: “Deixe de pegar a sua muller, que pegar aínda non lle pega meu pai ás vacas”.
Aquella niña solo tenía el arma de la palabra. Hoy tenemos teléfonos para denunciar, centros de acogida, personal especializado y, lo que es más importante, una concienciación social en torno al problema de la violencia doméstica. Seguro que entre todos vamos acabar con ella.