ADA Colau, el último capricho de la burguesía catalana, escribió un tuit para felicitar a todos los barceloneses y barcelonesas –por supuesto– que celebraban el final de Ramadán. Kichi, a quien los gaditanos saludan al grito de “Hello, Kichi”, se fue de comilona con la comunidad musulmana de su ciudad –por cierto, no había ni una sola mujer compartiendo el banquete; sirvieron la mesa y desaparecieron–. No hay ningún problema, sino todo lo contrario, en que dos alcaldes celebren una fiesta religiosa con los habitantes de su ciudad. Pero precisamente por esa razón su rotunda negativa a tomar parte en cualquier acto que tenga la más mínima relación con el cristianismo obliga a pensar que son unos sectarios, ¿o no?