JANE Fonda anda ya por los ochenta años y ha pasado tantas veces por el quirófano que hasta cuesta un poco reconocerla. Ya no se parece mucho a aquella medio jipi de los setenta que cambió los movimientos contraculturales por los corporales y se volvió una enloquecida del aeróbic. Al menos, por fuera, porque por dentro... jura y perjura que es igual de candorosa que entonces, que es una máquina en la cama y que el 30% de su atractivo se debe al buen sexo. Se define también como ecologista, o sea, que le va lo verde. Pues, claro, si es una bomba sexual qué otro color podría irle.