Un asiento maldito

El regreso de la Liga no me hace sentirme indiferente porque sigo pensando que el fútbol ya no es lo que era. Regresan los nuevos técnicos. Las mismas frases. Los cambios de entrenador cuando las cosas no marchan sobre el campo como se quiere desde los despachos. 
Parece una locura, pero es así. Quienes han pasado por el banquillo de este o aquel club coinciden en señalar que ese es un asiento maldito. Pocos son los técnicos que sobreviven a las exigencias de un presidente al que, pienso, y con el máximo respeto, se le suele ir la olla muy a menudo. 
Es lógico que todos quieran lo mejor para su club. Yo también lo quiero. También es razonable que el que manda y paga tenga todo el derecho a exigir, reconociendo, sin embargo, que cada vez es más difícil competir cuando tienes un reto por delante para el que has puesto toda la ilusión con la intención de hacerlo realidad y en el que cada vez resulta más complicado porfiar, porque no todas las categorías son iguales. 
Y donde el fútbol brilla por su ausencia. Y si alguien quiere espectáculo, como diría aquél, que se vaya a un teatro de  la Gran Vía madrileña. 
Al final, uno llega a la conclusión de que no todo serán ironías para el técnico de turno. A los hombres que se sientan en el banquillo hay que dejarles trabajar. Darles confianza. Dejarlos gestionar la plantilla en paz. Sin ningún tipo de presiones. Sin fijarse con lupa en todo lo que hacen y dicen. 
Tampoco está siempre el remedio en los cambios. No existe una fórmula mágica para resolver todos los problemas que puedan surgir a lo largo de la temporada. Sobran los ejemplos. Y aquí los tenemos muy cercanos. Y ya no vale la pena remover el pasado; no tiene ningún sentido hacerlo. 
Que el mundo está al revés y que el deporte rey ha cambiado, es algo que tengo muy claro. Antes siempre se le abría la puerta a los entrenadores que sufrían en el pozo de la clasificación los avatares de una mala temporada de sus jugadores sobre el césped. 
La frase del inteligente de turno siempre acababa resultado repelente: “El equipo necesita un revulsivo”. Está claro que este fútbol, el que nos ha tocado vivir, significa poder y protagonismo, porque pocos, muy pocos, creen en la honestidad y vocación del futbolista de turno que corres sobre el campo todos los domingos. 
Y así nos luce el pelo.

Un asiento maldito

Te puede interesar