parece ser que en eso anda Sánchez estos días, para presentar la hoja de ruta de la temporada –que eso es el presupuesto- preguntando a diestra y siniestra la opinión de socios y rivales.
Parecería lógico que se contara en principio con los socios de investidura y, después, apuntalar la mayoría con los más próximos, sin desvirtuar no ya el programa propio, sino la esencia del partido –socialdemócrata por lo menos y de izquierdas, según el sentir popular y las declaraciones del propio Sánchez.
Por lo menos debe convencer a los ciudadanos –para que estos insten a sus representantes– de lo que supone (la historia reciente lo aclara perfectamente) que los presupuestos lleven la firma de las filas de la derecha.
Aquella etapa Ernesto Ekaizer la llamó en un libro titulado Indecentes, “por qué lo llaman crisis cuando es una estafa”.
Manuel Rivas que firmó “un manifiesto rebelde” llamó aquel tiempo “la sustracción de la democracia” y “el desmantelamiento de los derechos sociales”.
El humorista gráfico Malagón afirmaba en su libro “Cabreados” que cada vez hay más miseria entre la población y más miserables que se aprovechan de ello.
Son opiniones publicadas y repetidas por miles de ciudadanos que en calles y plazas aseguraban que era posible el cambio. Algo que ratificaron las urnas. Y con todo esto llegó la pandemia descubriendo las carencias de la sanidad pública. El coronavirus traía consigo una crisis económica, un paro desconocido hasta la fecha y, por tanto una crisis social. Para ser más exactos hay que apostillar que cargó sobre las clases más desfavorecidas y que aún hoy se nota en la Enseñanza Primaria o en la Educación. Aquí en Galicia sanitarios y docentes están, con sus denuncias, poniendo negro sobre blanca el paisaje idílico que nos quieren vender desde la administración.
Por eso y otras muchas cosas, es necesario que los presupuestos corrijan las deficiencias. Que mejoren la vida de la ciudanía. Aumentar el gasto social –uno de los más raquíticos de Europa– necesita, naturalmente, aumentar la contribución. De una manera justa. Distribuyendo las cargas según las capacidades de cada cual. Y a conocen ustedes, amables lectores, cual es el escenario: hoy no se pueden subir los impuestos a las grandes empresas que han mejorado sus beneficios y al capital improductivo, como metas más justas. Sigamos con atención las opiniones de los diferentes actores políticos. Nos jugamos el futuro y ya tenemos la experiencia del pasado.