Desde que renunció a la presidencia de honor del partido al que condujo al deshonor más absoluto, pues durante su imperio fue cuando la corrupción se desbocó y se metió a lobista, con “b”, no con “v”, o sea, no es un depredador de mujeres, sino de voluntades, Aznar tiene mucho tiempo libre. Como se aburría tanto, cada dos por tres se explayaba con una homilía demonizando a Rajoy, todas ellas con el mismo título: “Duro y a la cabeza”. Retirado Rajoy, entró en un período de mudez, del que solo salió para asumir la presidencia del club de fans de Pablo Casado y ahora para proclamar el martirio que sufre su ídolo. “Yo legué un centro derecha unificado y Casado lo hereda troceado en tres”. Algo tendrá que ver él con el asunto, ¿no? Rajoy ni le contestó y seguirá sin hacerlo en la convención nacional del PP. Ambos intervendrán, pero ni se cruzarán por los pasillos, pues uno actuará el viernes y otro el sábado. Aznar dirá lo que quiera, pero esa habilidosa solución demuestra que Casado ha aprendido más de Rajoy que él.