Alexandra Fernández malla en Anova con total discreción

Alexandra Fernández vivió mucho tiempo bajo la sospecha de que era bipolar –mareante en Galicia y podemita en Madrid–, pero se acabó sabiendo que de bi, nada; solo tiene un polo, o país. En cambio, a sus cuatro compañeros del grupo parlamentario –dígase grupo confederal si se utiliza el argot morado– de Ni Unidos Podemos en el Congreso, Tone Gómez-Reino, Yolanda Díaz, Miguel Anxo Fernán-Vello y Pam Rodríguez, les va otro polo: el madrileño. Esas discrepancias plurinacionales la llevaron hace tres semanas a anunciar que dejaba la primera línea política para centrarse de nuevo en sus estudios de arquitectura. Ahora quiere ir un poco más lejos –nunca se valorará en su justa medida lo que hizo Cuiña por Galicia mejorando las comunicaciones– y ha admitido que medita abandonar Anova, porque se ha transformado en un apéndice de Podemos. No ha necesitado nombrar al líder de los irmandiños anovados, el heavymetalero Antón Sánchez, ni al gran estratega político del partido, Martiño“2.0” Noriega, pero los ha puesto bonitos.

Alexandra Fernández malla en Anova con total discreción

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