Recuerdo como si fuera hoy la respuesta que en mi infancia me dio una viejecita que vivía al lado de mi casa después de contarle un relato que yo había aprendido en un libro. Como ella no creía la historia se limitó a decirme que no le hiciera mucho caso a lo leído, que los libros contaban lo que les ponían. En castizo, que nos podían dar gato por liebre.
Digo todo esto porque un tal Alí Magoudi nos cuenta en su libro, “Rendez-vous: el psicoanálisis de Francois Mitterrand”, publicado en 2005, algunas supuestas confidencias con el presidente gabacho.
El autor afirma que cuando la guerra de las Malvinas la premier británica llegó a decirle a Mitterrand que si se negaba a proporcionarle los códigos secretos de los misiles Exocet franceses, ella estaba dispuesta a lanzar un ataque nuclear contra Argentina, que en aquellos días sus militares habían hundido el buque de guerra británico HMS Sheffield. Demasiado fuerte.
Uno entiende que hay políticos que pueden ser capaces de ordenar cualquier barbaridad, la historia lo avala. Sin embargo, lo que nos cuenta este hombre suena disparatado para ser creíble, al menos sin antes hacer algunas consideraciones. Por la sencilla razón de que una decisión así, de llevarse a cabo, es muy posible que hubiera desencadenado la tercera guerra mundial. Y las locuras nunca han sido el fuerte de los políticos británicos; ellos saben dónde hay el peligro.
Por lo tanto, la “primicia” que trató de vender el autor en su momento suena más a una estrategia de marketing, con el objeto de aumentar las ventas de su libro, que a otra cosa. Porque cuando se escriben cosas así acerca de un político que ya no está entre los vivos siempre hay dudas de su certeza, sospechas. Porque, además, en muchos casos hay plumas que colaboran o están al servicio de ciertos intereses. Hay de todo.
Sucede como cuando se “desclasifican” documentos en los cuales aparecen informes que dicen que el gobernante de turno barajó la posibilidad de ordenar tal cosa en contra de tal Estado. Y resulta (¡qué casualidad…!) que al final siempre quedó en una posibilidad. Lo que nos demuestra que este tipo de información debe ser tomada con todas las cautelas posibles, porque en algunos casos puede estar enfocada a infundir miedo en los competidores rivales. Es una manera de preocuparlos, de decirles que se anden con mucho cuidado.
Pero para no desviarnos del tema. Lo que nos cuenta Alí puede que sea verdad, aunque uno alberga serias dudas. Primero, si fue cierto lo que él dice, entonces el presidente gabacho pecó de pardillo, cayendo en una especie de chantaje-trampa que le tendió la Thatcher, porque sinceramente, a uno le cuesta creer que le pasara por la cabeza ordenar tal barbaridad. Si bien es cierto que después del hundimiento del barco el orgullo inglés quedó herido, también es cierto que Argentina no representaba ningún peligro existencial para la patria de Dickens.
Por otro lado, hay tener en cuenta que Mitterrand creía en el tarot y en las adivinadoras; el escándalo que desató Elizabeth Tessier fue muy sonado. A todo ello hay que añadir que el autor del libro era su psicoanalista personal, por lo tanto, suponiendo que fuera cierto lo que nos que cuenta es posible que el presidente francés no fuera sincero en su confesión, que estuviera intentando pasar a la historia como un gran estadista. Porque no hay que olvidar que esos dos países siempre se apoyaron mutuamente en sus correrías coloniales, aunque bien es cierto que en el reparto del botín los británicos siempre se llevaron la mejor parte.
En todo caso, la Thatcher era una persona con gran dominio de la escena política –como buena inglesa–, así que, pudo muy bien haber montado toda una escena shakesperiana para asustar a gabacho. Y si así fue, le dio resultado.
Porque además, Argentina, sin la ayuda militar de la antigua URSS –que por cierto se la ofreció a la junta militar pero ésta no la aceptó – no tenía ninguna posibilidad de ganar esa guerra. Por lo tanto, uno se resiste a creer que la Dama de Hierro estuviera decidida a llevar a cabo tal amenaza sin tener esa necesidad. Es de pura lógica.