ayer, que se celebró la fiesta del patrón, leí de nuevo el primer editorial de este periódico ( 1 de abril de 1917) que le explicaba a sus lectores “quiénes somos”, para añadir que “nos proponemos ser pregón que divulga, crítico que censura y eco para las reclamaciones y necesidades de los ciudadanos….”. Y seguía “no vamos contra nada ni contra nadie, quizás porque vamos contra todo y contra todos: la inmoralidad, lo antisocial, la ilegalidad. Frente a los abusos y, hoy añadimos, la corrupción”.
Ciento y dos años después, la profesión no tiene mucho que celebrar: en un reciente trabajo, un colega, Ramón Lobo, recordaba que la crisis y la evolución tecnológica ha puesto en la calle a veinte mil periodistas en España.
No se trata de cerrar los ojos contra el progreso ni frente a las plataformas digitales. Y no montamos un pollo para que salgan por las tardes.
Y eso que los lectores que acceden de forma gratuita a la información, no volverán a enterarse de las noticias pagando. Es un problema para la empresa y, de rechazo, para los profesionales
Por cierto: no conviene confundir a la empresa con el periodista y de ahí que la antes Asociación de la Prensa” se convirtió en una asociación de periodistas.
Vivimos en la era de la “posverdad”, ese relato que pretende negar los hechos y recrear, inventar, la realidad, lo que antes llamábamos manipulación informativa, y vivimos, también, alertas a las llamadas de instituciones y empresas que, a través de “gabinetes de prensa” nos quieren vender su mercancía.
Y, por otro lado, en la calle cada vez son más los ciudadanos que se acercan para pedir “dales caña” y casi siempre te señalan a sus contrarios políticos, profesionales, futboleros o rivales en el chollo y siendo anti-algo nunca se llega a ser nada.
Woodward, personaje mítico del periodismo moderno, inmortalizado en el cine por Robert Redford en la película “Todos los hombres del presidente”, y uno de los artífices de la investigación del Watergate aseguraba que “el periodista dispone de la verdad frente al poder” y que la historia, aunque tarde, siempre lo demuestra.
Hay quien dice que la prensa –los medios en general– son el “el cuarto poder”, pero nuestro papel es el antepoder. Tal vez la competencia con los nuevos medios abocó al viejo periodismo del papel impreso a dedicar más tiempo –y lugar– al espectáculo que a la reflexión. Pero aquí seguimos en alerta.