No recuperada todavía de los excesos, de ruido y gastronómicos, del Carnaval, Montoro me tenía preparado otro susto. No contento el Ministerio de Hacienda con investigar en algunos casos más y mejor que la CIA, a los inspectores les ha dado por buscar defraudadores en las redes sociales. Como lo oyen. Para mí que la idea surgió de algún lumbrera que, molesto porque el ente ha prohibido el acceso al Facebook en la oficina, alegó que para él era una herramienta de trabajo. En realidad, lo usa como todos: para ver vídeos de gatos, para espiar cómo le va la vida (de mal) a aquella novieta del instituto y para subir fotos cuando te vas de viaje, con la sana intención de compartir con tus amigos lo bien que lo pasas mientras ellos siguen trabajando.
El plan hace aguas por varias razones. Primero, porque solo pueden tener acceso a lo que se comparte de manera pública. Segundo, porque resulta inviable espiar a todos los contribuyentes y buscar indicios de fraude en las redes sociales es lo mismo que buscar una aguja en un pajar. Tercero, porque hay muchos perfiles falsos y no resulta sencillo discernir cuál se corresponde con la persona que investigan. Y cuarto, porque en Facebook, Twitter e Instagram la gente miente más que habla. Tengo una amiga que dice que Facebook empieza por F porque es el paraíso de la farsa, el fisgoneo y la falsedad. Desengáñese, nadie dice la verdad en redes sociales. Se limitan a decir que sus vidas son maravillosas pero sin aclarar que les ha salido un forúnculo, suben sus fotos de platos primorosamente decorados pero no la de la terrible cifra que ven después en la báscula y cuelgan imágenes cuando están de fiesta como si fueran el sucesor de Pocholo pero obvian decir que la mitad de los sábados se quedan en casa viendo la tele debajo de una manta. Probablemente sea así porque estas redes están pensadas para que tus amigos puedan darle a “me gusta”, algo difícil de hacer con las noticias negativas.
Que alguien ponga en tono jocoso “me acaba de tocar la lotería” o “menudo Ferrari me acabo de comprar” no significa que sea verdad. Y, si lo pone en Facebook, seguramente no lo sea. Ahora, si ve que Cristóbal Montero un buen día le pide amistad, mejor apague el ordenador y siga chateando, pero en la calle de los vinos.